Cuando llega la nueva administración, el fantasma del socialismo “a lo venezolano” entume el espíritu emprendedor en el país. El miedo lo exhibían los propios venezolanos emigrados a México por el desastre político sufrido.
“Vemos el mismo destino, el mismo camino que siguió Venezuela con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro”. Luego contaban paso a paso el camino hacia la perdición de su país.
Muchos viajeros internacionales tienen una anécdota: el ingeniero petrolero que huye a Madrid para emplearse de taxista. El empresario en Miami que se va con lo poco de capital que rescata para comenzar de nuevo bajo el refugio de Estados Unidos.
La inversión se estanca y el país deja de crecer; el miedo persiste hasta que llega la aprobación del T-MEC con el beneplácito de la nueva administración.
El convenio, un ejemplo del más pulido neoliberalismo, nos ancla a un modelo económico capitalista con los países más desarrollados de América. Un diseño que por cierto fue engendrado en la mente del innombrable Carlos Salinas de Gortari y perfeccionado por el más neoliberal de todos los presidentes, Ernesto Zedillo.
El compromiso de los tres países es a largo plazo e implica un “triunfo” para la administración de Donald Trump. El Presidente norteamericano berreó y luego pateó el anterior TLC más por capricho que por convicción. Puso a temblar la economía mexicana desde 2017 y ahora, después de una remozada, dice que es una obra de arte.
Para el presidente Andrés Manuel López Obrador el nuevo tratado es la oportunidad de regresar parte de la confianza perdida después de la destrucción de Texcoco. Los empresarios saben que con una mayor inversión extranjera no habrá expropiaciones y el neoliberalismo será proscrito sólo de dientes para afuera.
La certidumbre es el mejor valor que puede tener cualquier inversión, privada o pública. El país puede ya seguir con la mira en el crecimiento de las exportaciones, actual motor de la economía.
Quedan aún escollos como las leyes anticonstitucionales del “fusílenlos y luego viriguamos”. La ley de extinción de dominio y el cambio radical en la tercerización de las nóminas (outsourcing), son viento en contra y motivo de turbulencia. En Morena aún no aprenden a hacer “política en pantuflas”, sin perturbar la marcha del país, como decía el profesor Enrique Olivares Santana.
Los cambios pueden y deben ser graduales en todo lo que el Congreso quiere para mejorar. Lo que fastidia son las ocurrencias inmediatas, los cambios de rumbo sin consultar a quienes van en el barco y hacen que avance.
En pocos meses veremos si el T-MEC logra el milagro de revivir la inversión fija, es decir, la compra de maquinaria, equipo y construcciones industriales y agropecuarias para volver a crecer.
De todos los indicadores, el más angustioso es la caída en la inversión fija porque muestra el gran desánimo de los empresarios. Tan sólo este año disminuye la compra de vehículos en 8%.
El otro escollo de dolor y tristeza es la violencia creciente y la incapacidad de todos los niveles de gobierno para detenerla.
Guanajuato hoy nos duele como nunca. Era inimaginable lo que sucedió a lo largo del año y, sobre todo, en las últimas semanas. Jamás habíamos visto tanto sufrimiento; tanta denigración humana. Pero ese tema merece el más sereno de los análisis con la mayor perspectiva posible.