No podían alinearse mejor los astros para el Presidente. Se firmó ésta semana el T-MEC y en un mágico arreglo diplomático que encumbra a Ebrard, sale Evo por la puerta de atrás, para que Genaro García Luna -el estratega de la guerra de Calderón contra el narco-, sea detenido por fin por la justicia de los Estados Unidos y acabe, así con la carrera política de Felipe, su protector y jefe.
Ratificar un acuerdo de libre comercio en un gobierno con discurso de izquierda, parecía imposible. Era uno de los slogans de AMLO por décadas: el TLC era “entreguista”, acababa con nuestra industria. Hoy lo anuncia como un logro de su administración, como la estrategia necesaria para crecer económicamente y de la mano de aquellos a quienes antes atacaba con rudeza: los vecinos del norte, hoy sus aliados. Considero que es bueno y necesario para el país el T-MEC y aunque con cláusulas leoninas, AMLO tuvo finalmente, que firmar hincado, pero aplaudido por el sector empresarial que desea el mercado abierto.
Además, ¡Encontrar petróleo en su tierra! No había mejor regalo para la buena estrella de AMLO. El crecimiento de la reserva petrolera y pronto de los niveles de facturación de la petrolera más endeudada del planeta, es oxígeno puro para la valoración de sus bonos y calificación de deuda. En resumen: le da unos meses de respiro para maniobrar con sus acreedores. Sí, petróleo, estabilidad macroeconómica y la posibilidad, con tasas de interés bajas, de activar por fin, la economía.
Atrás queda la recesión económica, el “culiacanazo”, el error de cancelar el NAICM, al récord de asesinatos. Todo se olvida en el perdón de los electores a quien consideran el presidente más honesto de su historia. Pero esto no es gratis. Un animal político forjado en la lucha social, entendió muy bien que el pueblo quería a un presidente austero, que caminara con la gente descalzo en las zonas más pobres y que se desprendiera de todo bien. Lo podrán recordar por torpe, pero no por ladrón. A diferencia de sus antecesores, no ha mostrado agilidad de palabra o incluso de inteligencia, pero tiene el olfato político enorme que le ha dado el pueblo.
No se pueden ignorar los logros que tiene AMLO y que la gente quería. Simbólicos, sin muchos efectos prácticos, pero que el pueblo quería: eliminar las pensiones a ex presidentes; reducir los sueldos de funcionarios; adelgazar al gobierno; ver al Presidente sin vida refinada; entregar carretadas de dinero en las calles a viejitos y “ninis”. Todo lo quería la gente y AMLO lo ha hecho. Su éxito se ha dado por un estilo popular de gobernar y comunicar. Lo he comentado aquí desde hace una década: el desapego al dinero es la clave de un buen gobernante en países como los nuestros, donde la regla es robar y usar el poder. No lo pudieron hacer los panistas para dejar huella. Menos los priistas que en su ADN tienen la corrupción y la rapiña. AMLO entendió esto bien y es la clave del clímax.
Concluye AMLO su primer año de gobierno en el top de la popularidad y la aceptación. Ni los resultados más pesimistas de las encuestadoras nacionales le dan caídas de más del 10% de los niveles de inicio del sexenio. No fueron suficientes los fracasos en economía y seguridad pública para disminuir sus niveles. Hoy es el mayor concentrador de poder que hayamos visto en la historia moderna después de Miguel de la Madrid. Se ha comprobado que el gobierno de AMLO no es de izquierda, pero ha logrado entender que lo que desea la gente es a un gobernante sencillo, populachero, que desprecie el poder del dinero. No suburbans, no aviones privados, no viajes al extranjero. Los datos duros de las investigaciones de mercado lo arrojan: la gente no quería a un gobernante “fifí”, trajeado y perfumado. Querían a un presidente desaliñado y con hablar del pueblo.
Seguiremos viendo de parte de AMLO en los próximos meses, elogios para el empresariado; ya no serán “minorías rapaces”, sino aliados naturales. La “mafia del poder”, los poderes fácticos, ahora están incrustados en su consejo consultivo. El enfoque de AMLO tendrá que ser en el segundo año, crecer el PIB. No hay ya manera de seguir regalando dinero para ganar las elecciones del 2021 sin impuestos que vengan de la creación de riqueza. Tendrá que hacer relevos en su gabinete, ya desgastado por las primeras batallas. Tendrá que cambiar el discurso de división y descalificación. Vendrá la oposición masiva al Tren Maya y más temprano que tarde, la operación ineficiente de su aeropuerto en Santa Lucía; el retraso y altos costos de la refinería de Dos Bocas; el agotamiento de los impuestos para cubrir los programas sociales y el cansancio de las clases medias por los permanente gasolinazos.
Pero en estas lides, como en todas, AMLO recurrirá a su capital político para que la gente crea en él. Hoy, en su clímax de popularidad, ha pedido un año para mostrar los resultados y la gente se lo ha concedido. Tiene que llegar al 2021 donde ganará gubernaturas y Congreso, con el dinero regalado a los más pobres y hoy, su cima le alcanzará para ver ese triunfo, mientras la oposición no entiende el nuevo paradigma: gobernante pobre para un pueblo pobre.