Los dioses son una ficción inventada por la humanidad para explicarse lo que no entendía, desde una inundación (Tláloc) y un rayo (Thor), hasta un amanecer (Ra) o un incendio (Kauil).

El número varía dependiendo la fuente que uno consulte, pero parece que hay una coincidencia en que el número de dioses registrados a través de la historia humana suma más de 25,000, asociados a unas 4,200 religiones, pero como dicen por ahí: ¡No se preocupe!, su dios es el verdadero. Esto nos lleva a la reflexión de que la fe nos es más una circunstancia del azar que ha dependido del lugar y la época donde se ha nacido; si hubiéramos nacido en otra época o en otro lugar, afirmaríamos que nuestro dios es otro y no el que creemos que es hoy, así de frágil es la fe. Pero si en lugar de dejar nuestro dios al azar y solo creer sin pensar ni razonar lo que nos dicen, analizamos y tratamos de encontrar al verdadero dios, nos iremos encontrando que cada dios ha sido desmitificado con el paso del tiempo; ¿o en verdad creemos todavía que el sol es un dios peleando con la luna?, ¿o que debemos sacrificar vírgenes para tener una buena cosecha? En nuestro análisis y revisión histórica, no pudimos encontrar a ningún dios que no esté asociado a incongruencias o que sus supuestos poderes no estén explicados por la ciencia; es algo similar a seguir creyendo que la magia existe y no entender o aceptar que lo que existe son los trucos de magia.

Lo interesante es, que a pesar de las evidencias y contradicciones religiosas, la mayor parte de la humanidad sigue afirmando y validando como verdadera la existencia del dios en el que cada quien cree, ¡con certeza dogmática!; por un momento pensemos en cómo le hubiera ido a aquel que fuera a decirle a los aztecas que Tláloc no era un dios ¿quién le hubiera creído?… El punto es que hoy, a diferencia de las civilizaciones del pasado, ya entendemos el mundo, no necesitamos súper seres con poderes mágicos para explicarnos las cosas, inclusive, la neurociencia explica a detalle y con total certeza los estados de gracia que siente la gente asociados a sus respectivos dioses o las visiones que algunos llegan a afirmar que tuvieron, además de contar hoy con explicaciones claras a lo que la gente consideraba en el pasado, y algunos todavía en la actualidad, como milagros, principalmente los milagros médicos, convencidos convenientemente que el dios que supuestamente hizo el milagro de la curación fue el suyo, sin pensar que su dios todopoderoso, el que lo curó, es el mismo dios que lo enfermó.

Por eso, a pesar del avance científico y en el conocimiento en general, llama la atención, que al igual que las civilizaciones antiguas, todavía hoy, muchos necesitan de un dios para explicar la propia existencia y el origen del universo, ya que, aunque la ciencia identifica un evento inicial con el Big Bang, queda dar respuesta a la pregunta: ¿qué originó tal evento? y, aunque eventualmente se encuentre la respuesta, la pregunta se repetirá, ¿qué originó el evento uno, que dio origen al evento dos?, surgiendo así, como efecto de la ignorancia, la necesidad de inventar un dios.

Ahora bien, pensemos; si a un evento que no entiendo le atribuyo un sujeto que lo creó, entonces tengo dos problemas, explicar el evento y, además, explicar la existencia de un súper ser creador del evento. El sentido común nos dice que con un problema es suficiente, ¿para qué inventarnos otro?, ¿no es acaso más improbable y difícil de creer que exista un dios de la nada que el propio Big Bang?, lo que para fines prácticos, invalida la existencia de un ser superior y dejamos todo, como diría Richard Dawkins: “&al elegante diseño del universo”. Por eso, ante la imposibilidad de demostrar la existencia o inexistencia de algún dios, entonces tomo el camino del sentido común, porque lo que me sucede está en relación directa con mis decisiones y acciones. Ya sea (si eres creyente), porque existe un plan divino, del cual no fuiste parte, que ya definió tu destino y tu camino, por lo que está de más tratar de interactuar con ese dios, ya sea porque la realidad me demuestra que lo que sucede en mi vida, tiene como causa y efecto mis acciones, no mis rezos; por lo que la existencia de dios se vuelve irrelevante& Así de sencillo.

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Un saludo, una reflexión

Escritores y soñadores

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