El año comienza difícil para el estado porque la violencia acaba con la vida de 82 seres humanos en apenas 6 días. El presidente Andrés Manuel López Obrador lo dijo en la mañanera: Guanajuato lleva el 20% de los homicidios del año. No sabemos si lo dice para culpar a las autoridades estatales o para asumir la responsabilidad que le toca a su Administración.
Porque sería absurdo repartir culpas como lo hacía Miguel Márquez Márquez cuando era gobernador y acusaba que los municipios no hacían mucho para detener la violencia.
Si Guanajuato vive días de angustia y representa la quinta parte de los crímenes del país en el arranque del año, la Guardia Nacional debería estar por todas partes, la Marina y el Ejército también. Algunos críticos de la nueva Administración sugieren que conviene a Morena que Guanajuato se desangre en violencia para arrebatar el último estado donde no logró mayoría en las pasadas elecciones.
Esa sería la más miserable de las estrategias. Al presidente López Obrador le conviene pacificar a todo México. Sacrificar vidas por desatención, por especulación electoral sería una fabricación demencial, así que debemos descartarlo.
Otro problema es la feria de vanidades entre autoridades federales y estatales. Una descoordinación en la que Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública Federal, acusa a Diego Sinhue Rodríguez de no atender las reuniones matutinas para coordinar esfuerzos, encuentros que nuestro gobernador tacha de inútiles porque no surgen decisiones y estrategias que ayuden mucho.
El resultado es lo importante: autoridades federales, estatales y municipales pierden el control de la seguridad pública y nuestro estado vive la peor época de su historia.
Lo más grave es que la solución está en manos del Estado (todos los poderes) en su conjunto. Otras entidades como Aguascalientes o Coahuila lograron recuperar esa paz perdida. Torreón y La Laguna son ejemplo. Durante el Gobierno de Humberto Moreira, el cártel de Los Zetas se apoderó de la región y marcaba una época de terror. El propio Moreira perdió a su hijo en esa guerra terrible.
Hoy La Laguna tiene un mando único que coordina todas las fuerzas de seguridad pública. El crimen se redujo y, según afirman colegas del periódico El Siglo de Torreón, la gente vuelve a salir a la calle y respira un ambiente mucho más tranquilo.
El gobernador Diego Sinhue deberá encontrar pronto una estrategia que funcione. Su antecesor, Miguel Márquez, tenía una miopía e irresponsabilidad enorme cuando decía que “se estaban matando entre ellos”. ¿Quiénes eran ellos? ¿Cómo podría juzgar anticipadamente a una víctima que perdía lo más valioso que se pueda tener: la vida? Increíble que un hombre profundamente religioso careciera de la sensibilidad humana para decir esas barbaridades cuando su mandato era cuidar la seguridad pública de buenos y malos; de justos y pecadores.
Este año debe ser el decisivo. Ya no podemos ver a una Secretaría de Gobierno sin poder o una Fiscalía General muda; tampoco una administración ausente en su comunicación cuando más se necesita explicar a la población qué pasa. Tampoco puede permanecer la misma estrategia, incluso las mismas personas que la implementan por una sencilla razón: no funcionan. Cualquier entidad debe medirse por los resultados, como cristianamente decimos: “por sus frutos los conoceréis”. Si no cambian por pura humanidad, por ya no permitir tanto sufrimiento, al menos lo deben hacer porque si no perderían el poder en Guanajuato y verán la caída del PAN en las próximas elecciones. Faltan 18 meses.