Si vemos la historia reciente del país, la constante es la improvisación. Los peores años han sido aquellos donde la política económica se marcaba desde Los Pinos.
Luis Echeverría fue el gran error de Gustavo Díaz Ordaz, su antecesor. Pudo decidir por Don Antonio Ortiz Mena (el artífice del milagro mexicano de los sesenta). Díaz Ordaz lo lamentaría el resto de su vida; lo decía en público y en privado.
Como decíamos ayer, José López Portillo enderezó el barco en 1977 con una nueva esperanza, con un discurso emotivo en su arranque. Luego se volvió loco con el petróleo recién descubierto. Al final terminó peor que Echeverría, devaluado y menospreciado. Cuando la gente lo veía en algún lugar público le ladraban, en venganza por su falsa promesa de defender el valor del peso “como perro”.
Miguel de la Madrid pasó seis años tratando de desintoxicarnos del modelo cerrado y petrolizado. Comenzó la apertura comercial, sin embargo todo el esfuerzo se lo tragaba la inflación, que llegó al máximo histórico de 150% anual.
Carlos Salinas de Gortari elevó la vista al largo plazo. Cuando se da cuenta que el país tenía una gran oportunidad de crecer si lograba un pacto comercial con Estados Unidos y Canadá. Así fue, hasta que tomó la decisión equivocada de no devaluar a tiempo y abrirle el camino a su sucesor, Ernesto Zedillo.
Los expertos coincidieron que debió devaluar después del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Luego culparía a Zedillo del “error de diciembre” quien operó muy mal la devaluación aunque no tenía alternativa. Su sabiduría logra por última ocasión la mirada larga de un buen gobernante.
Con firmeza en la administración el país creció, redujo la inflación a un dígito y todo con el precio más bajo del petróleo. La economía creció un 50% de 1989 al año 2000.
Zedillo dejó las bases del mejor neoliberalismo, que de haber seguido, estaríamos creciendo al 5% o más.
Vicente Fox se encontró con un tesoro en Cantarel pero lo desperdició entregando su riqueza a diestra y siniestra. Nunca tuvo el carácter ni la determinación de luchar contra la corrupción y sus representantes como Carlos Romero Deschamps o Elba Esther Gordillo. Aunque el país creció, apenas lo hizo a la mitad del sexenio de Salinas de Gortari.
La historia trágica de Felipe Calderón y su falta de “inteligencia” para combatir el narcotráfico heredó el problema social más grande desde la Revolución. La economía creció aún menos que con Fox. Las promesas de Acción Nacional se quedaron en el papel.
A Enrique Peña Nieto le tocó la caída del petróleo de nueva cuenta. Tuvo que tapar el agujero con deuda externa. Hizo grandes reformas de largo plazo pero no planteó nunca la más importante: luchar contra la corrupción rampante. De nada sirvió tener a los técnicos más preparados como Luis Videgaray, José Antonio Meade y José Antonio González. La podredumbre interna, desde la Casa Blanca, los Moches y la Estafa Maestra, fastidiaron su proyecto y envenenaron de muerte al PRI.
Ahora la lucha sigue entre los expertos que saben, en Hacienda Arturo Herrera y las ocurrencias de Palacio Nacional como Dos Bocas, el Tren Maya, la destrucción del NAIM y la construcción de Santa Lucía. Aún así, México tiene un gran potencial para crecer en este 2020 y durante el sexenio, si nos dejan. Ya lo platicaremos.