Comencemos por recordar que somos seres completos, no mitades, nadie necesita al alguien para realizarse como persona. Aquello de encontrar nuestra “media naranja”, ¡es mentira!
Cada uno de nosotros tiene una agenda personal para su vida, tenemos cierta claridad de las cosas que nos gustan y las que no, lo que queremos vivir y lo que no, inclusive, estamos tan identificados con nuestras personalidades, que tenemos un alto grado de certeza acerca de con cuáles ideas y conceptos nos identificamos, cuáles rechazamos y los que nos son indiferentes. Muchos tenemos objetivos claros de cosas que queremos lograr, mientras que otros sabemos que estamos en la búsqueda de ellos; algunos tenemos claridad de nuestro sentido de propósito, mientras que otros no tanto, aun así, con el paso del tiempo algunas de estas ideas, preferencias y gustos, desaparecerán o cambiarán en el futuro, aunque no lo creamos el día de hoy& todo esto se encuentra más o menos definido antes de conocer a “nuestra pareja”.
Pese a nuestra evidente individualidad, como seres sociales, ya sea por costumbre, por condicionamiento, por educación, cultura o convicción, la mayoría de nosotros busca vivir su vida con pareja, pero para ello, primero hay que encontrarla, y es aquí donde comienza el problema& ¡nos equivocamos en el proceso de selección, en el noviazgo!, o simplemente no hacemos selección y de forma natural comenzamos por la atracción física, lo cual es comprensible pero no debería ser determinante, si hay algo que la realidad nos muestra a diario, es que lo físico cambia rápidamente, sobrevalorarlo es un error. Nos equivocamos también en el proceso de adquirir y valorar la información, mucho de lo que terminamos conociendo de la otra persona son sus características, atributos y su historia, como ella desea mostrárnoslo, no sin cierta dosis de engaño, lo que le gusta, lo que no y lo que ha vivido o como es; y si bien, esta información nos brinda una aproximación sobre la otra persona, no es suficiente; es imperativo escuchar cuáles son sus motivadores más profundos, su sentido de vida, saber para qué quiere pareja y que espera de ella, cuáles son sus prioridades, su forma de pensar respecto a temas relevantes como hijos, educación, familia, creencias, espiritualidad, prioridades, expectativas y apegos, entre otros, nos conformamos con datos superficiales la mayoría de las veces y olvidamos preguntar ¿por qué? y ¿para qué? Por otro lado, la información que ofrecemos de nosotros mismos y sirve para que la otra persona nos conozca y en su caso decida si somos candidatos ideales o no para iniciar una relación con nosotros, normalmente es incompleta y sesgada, con la intención de impresionar y quedar bien, funcionamos más por instinto queriendo agradar y gustarle a la persona que nos atrae, que siendo totalmente abiertos, respecto a quienes somos y lo que buscamos, esto por temor a ser rechazados, de forma natural tendemos más hacia la búsqueda de la empatía que hacia la transparencia.
Sucede también que no ponemos atención a la información que recibimos, o, si algo no nos encanta de la otra persona, simplemente hacemos caso omiso, sin considerar las repercusiones futuras que conlleva. Muchas veces no escuchamos con atención, y otras tantas, editamos lo que nos dicen y lo acomodamos a nuestras expectativas sin razonar; y lo peor de todo, cuando detectamos cosas que no nos satisfacen, nos convencemos de que podremos cambiar a la otra persona o creemos que, por el amor que nos tiene, va a renunciar a sí misma, resignándose a modificar su personalidad y su actuar para complacernos, o peor aún, creemos que podemos renunciar a nosotros mismos, a nuestra individualidad de forma permanente para agradar a la persona en la que tenemos interés.
El problema, es que al final del día cada quien es quien es, y este personaje ideal y “maquillado” que presentamos no somos nosotros o sólo es una parte de la totalidad. Consciente o inconscientemente terminamos engañándonos a nosotros y a la otra persona respecto a quiénes y cómo somos y lo que esperamos, para comenzar una relación que probablemente, si hubiéramos sido totalmente sinceros, ni siquiera habría comenzado, o simplemente debería haber quedado como: “una aventura linda”.
Hacemos todo esto porque en el fondo somos egoístas, deseamos a alguien y nos lo queremos quedar, como si fuera un objeto que se vuelve de mi propiedad, comenzando así relaciones que promueven un amor de posesión, sustentadas en engaños que, sin intención o con ella, terminan en relaciones disfuncionales con seres humanos lastimándose unos a otros& Así de sencillo. Continuará.
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Un saludo, una reflexión.
Escritores y soñadores