En un mueble en alto lo depositaron, debajo de una hermosa carpeta, con lugar preferencial llego a casa; un pequeño aparato con un disco, color negro. Su repiquetear daba en el estómago, esperábamos a que papá terminara de revisar los cables y dar una centena de instrucciones.

Levantaba la voz al contestar: Aló, familia Hontoria y mamá un poco cansada terminó diciendo, cariño que el cable ya no es de tripas de cerdo, puedes dejar de gritar.

Al principio no se nos estaba permitido contestarlo, después nos dieron un protocolo de buenas maneras, incluido el aprendizaje de aquel 20252; 21173 los dos números que no podíamos olvidar jamás, la casa, el de la abuela.

El aparatito servía para trasmitir y recibir noticias, facilitaba tareas y sobre todo había que ser muy breves. Las operadoras terminaban siendo las grandes voces y ayuda en las emergencias o para comunicarte muy lejos como Valle o California.

Si sonaba después de las nueve, algo grave seguro escucharíamos; titiritando esperábamos que aquel ¡oh lo siento! dijera un poco más sobre el quién.

Traer un veinte en la bolsa era tan importante como portar ropa interior y avisar sobre cualquier apuro o contingencia. El teléfono servía para las emergencias, aclaraciones, más no era aparato para conversar hasta que&un día, me enamoré.

Él lejos y yo aquí, platicar de lo platicado, relatarnos películas, escuchar los ladridos de nuestro Erk. Enfadarnos de lo imposible y mandarnos docenas de besos hasta que la oreja sudará era una buena manera de tener un largo noviazgo, sentir su voz diciéndome voy para allá era todo lo que mi corazón necesitaba saber.

años pasaron y la tecnología avanzo más rápido que mi capacidad de comunicarme; mi pequeño nacería con un aparatito integrado en su mano. Las pláticas más cortas y más largas con aquellos que nos contestan o preguntan reflejados en la frialdad de una pantalla, mientras yo te miró tú dices: espérame tantito, estoy &y yo me voy.

Pareciera que nuestra vida se basa en timbres, toques, app, tener línea estar en línea y, yo me voy.

Las mejores charlas se enfrían, quedan reducidas al mirar como tus ojos inquietos buscan esa pantalla, tus dedos temblorosos responden ve tú a saber qué tan importantes fragmentos. Si la tecnología sirve para comunicarme, eficientar y facilitar la vida ¿por qué me siento tan abrumada, tan distante? Me toma más de una hora leer entre lo importante, la basura, escuchar algunas frases sueltas pues ya te dio pereza escribir- y a mí no se me da la gana ponerte en altavoz. No quiero ir contigo mientras manejas pues tus ojos bizcos están algarete. ¿Sabes cuántas platicas en vivo hemos tenido y cuántas más largas en el whats? ¿Sabes que quisiera ser face o Instagram para seducirte? Más ya no sé si me sea importante saber quién eres o que hay dentro de ti.

Me dices que no le de importancia, que deje de quejarme y siga hablando, que sí escuchas, que esto así es&mejor me voy. Dejaré unos largos whats de testamento, otros tantos face que cuentan lo que me gustaba, comí, conocí e hice. Las recetas las tendrás que buscar en Google, los secretos ya filmados están. Ya no hace falta que nos conozcamos, mis abrazos los sustituyen los cientos de páginas y los miles de amigos que no conoces y que ahí te quieren. Yo, me voy clic&A esta conversación se le cayó el sistema.

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