El caso reciente de una balacera resultando en un homicidio y un suicidio cometido en su escuela por un niño de once años de edad consternó al país. ¿Qué estamos haciendo para que esto ocurra? ¿Qué debemos hacer para que no suceda?   Como causales se han mencionado algunos factores como la desatención de los niños dentro de la familia, los videojuegos, el fácil acceso a las armas, la falta de previsión de las escuelas, el bulling escolar, el ambiente social de violencia, entre algunos otros.  

Ojalá que investigadores especialistas en estos temas dieran a conocer análisis detallados y objetivos.  La sociedad mexicana lo agradecería. Por el momento, algunas reflexiones son las siguientes:

Muchos directivos de escuelas consideran que los operativos de revisión de las mochilas de los alumnos al ingresar a las instituciones educativas no deberían de ser, bajo la justificación de protección a los derechos humanos, algo optativo sino obligatorio, así como de ser posible la instalación en las puertas de acceso a las instalaciones educativas de arcos detectores de armas y metales. Esto igual que ocurre en cualquier aeropuerto o zona de seguridad como los congresos estatales o la cámara de diputados federal entre muchos otros lugares.  

Actualmente los operativos de revisión de mochilas requieren de un protocolo especial de dudosa eficacia pues, por ejemplo; si al preguntar a un alumno si éste permite que su mochila sea revisada y el alumno responde negativamente, entonces de acuerdo al protocolo el alumno deberá de ser llevado a una zona segura y aislada mientras se contacta a sus padres o familiares para que estos se presentan en la escuela y se les pregunte nuevamente a ellos si aceptan que se revise o no la mochila de su hijo.  

Esta situación otorga más que espacio y tiempo suficiente para que un joven o niño armado y decidido, cause una tragedia terrible.  La situación podría evitarse si todas las personas y alumnos que ingresan a la escuela saben que deberán pasar obligatoriamente por una revisión y por un detector de metales.

 ¿Se imagina usted un aeropuerto en donde le pregunten a los pasajeros si desean o no ser revisados antes de pasar a la sala de espera para abordar un avión? ¿O que antes de ingresar a la Cámara de Diputados le hagan la misma pregunta?  Estos dos ejemplos muestran que la prioridad debe de ser la protección de la mayoría que se encuentra en un avión o en la cámara de Diputados y no la protección de personas que al entrar armadas pueden causar una masacre.

 ¿Por qué no tomar obligatoriamente las mismas medidas de protección en las escuelas y así cuidar a los niños y maestros? ¿Se está esperando a que ocurran más tragedias que con decisión y una legislación adecuada podrían prevenirse y evitarse?  Es claro que el problema es de enorme complejidad social y familiar, pero mientras estos problemas se abordan y resuelven, pueden tomarse medidas inmediatas que protejan la vida de los niños y maestros en las escuelas.

Probablemente el tema más difícil sea el análisis de lo que ocurre dentro de los hogares en el seno familiar.  La ausencia de autoridad, con la presencia o ausencia de los padres, así como la falta de respeto dentro de los miembros de la familia tiene que ver, entre otras cosas, con el ejemplo, la educación y los valores.  Todo esto fomentado por padres que frecuentemente rehúsan ejercer la autoridad a la que deberían de estar obligados, y de hijos que se convierten en tiranos a los que no se les puede tocar. 

Además es muy probable que una sociedad que promueve como virtud principal el éxito material y que simultáneamente ofrece caminos cortos para alcanzar este éxito (como el ser narco o sicario), no de buenos frutos.  Más aún cuando estas actividades delictivas son ensalzadas en narcocorridos y otras manifestaciones populares.

Por otra parte algunos tecnófobos afirman que parte de la responsabilidad de este problema se encuentra en la violencia de los videojuegos y en general del desarrollo tecnológico “frio inhumano”.  Sin embargo esta hipótesis no está sustentada en hechos reales.  Una búsqueda en Wikipedia mostrará que el país que es cuna de los videojuegos y uno de los mayores productores mundiales de la tecnología de videojuegos; Japón, es de hecho una sociedad con muy baja violencia.

El link https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_intentional_homicide_rate, muestra el número de homicidios por cada cien mil habitantes en cada país del mundo (actualizado a 2017);  México tiene 24.8, Honduras 41.7, Estados Unidos 5.3, Venezuela 56.3,  El Salvador 61.8, Rusia 9.2, Noruega 0.5, Gran Bretaña 1.2, Francia 1.3 y Alemania 1.0. ¡Mientras que (exceptuando a ciudades-estado como Lichtenstein, Mónaco y el Vaticano que reportan un índice de 0.0) Japón tiene el índice más bajo del mundo, con solo 0.2!  Este dato simplemente no es consistente con la hipótesis que señala a los videojuegos como causantes de violencia social.

Evidentemente y como ya se mencionó, para analizar adecuadamente este problema se requiere de la astucia, conocimiento y sagacidad de académicos, investigadores y especialistas en criminología, sociología y otras especialidades de las ciencias sociales y humanas. ¿Dónde están?  Tengo la certeza de que este medio periodístico de comunicación y cualquier otro medio, estaría feliz en dar a conocer sus resultados.

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