Guanajuato es donde más ha crecido el índice de criminalidad en el país desde 2015, según los datos publicados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En el estado hubo 3 mil 558 homicidios dolosos en 2019, en AM contamos 3 mil 671. Una cifra cercana.
El problema es que apenas hace cuatro años, al terminar el 2015, la cuenta era de 957.
No sabemos cómo en el sexenio pasado, en el que se anunció desde 2013 el proyecto “Escudo”, con una inversión de 200 millones de dólares (más lo que se acumule), se derrumbó la seguridad pública y se multiplicaron, casi por cuatro, los homicidios dolosos.
La tragedia es nacional. De 17 mil 886 pasamos al máximo histórico desde la Revolución: 34 mil 572 homicidios. En el país se duplicó la cifra y en Guanajuato se cuadruplicó.
Otros estados tuvieron mejor “suerte”. Sinaloa, a pesar de tener un negro historial de criminalidad, logró bajar un poco el registro de homicidios dolosos al pasar de 980 en 2015 a 896 en 2019.
Ningún estado, ni Tamaulipas, Jalisco o Coahuila, sufrieron el desplome de nuestro estado. Las explicaciones o justificaciones son muchas, la única realidad es el fracaso del sexenio de Miguel Márquez Márquez en la lucha por la tranquilidad y la justicia.
Cuatro estados superan a nuestra entidad en tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes: Colima con 85; Baja California 72; Chihuahua 57 y Morelos con 45.
Según el Secretariado, Guanajuato tiene 44.95 por cada 100 mil habitantes. La realidad es más amarga. Según la estadística de AM, la tasa real es de 60.
Perdón por tanto número pero es indispensable seguir. En Guanajuato hay tres ciudades medianas marcadas por la violencia y la muerte: Irapuato, Salamanca y Celaya. El hilo conductor sigue hasta Apaseo el Grande y Apaseo el Alto. El corazón del Bajío.
Cuando Miguel Márquez Márquez se espantó por la criminalidad, lo único hizo fue esconder las cifras de 2017, cuando envió datos falsos al Secretariado Nacional: mil 423 homicidios. AM registró 2 mil 104. Luego el Inegi validaría nuestras cifras sobre las que había aportado la entonces Procuraduría de Justicia de Guanajuato. Con escasa humanidad decían: “Se están matando entre ellos”, como si fuera torneo de gladiadores.
Para cualquier político que entienda su máximo deber, que tenga la humanidad suficiente para sentir el dolor familiar de miles y miles de víctimas, no puede existir otra prioridad que regresar el terruño a la paz y la justicia.
Se anuncian 4 mil 500 millones de pesos en obras para León. Ojalá le quitaran la mitad para asegurar la disminución de homicidios, robos y extorsiones en el estado.
En números absolutos, Guanajuato es el estado más letal del país con 3 mil 540 homicidios. Si en el 2020 no se revierte la tendencia inicial de enero con un crecimiento del 40% en la primera quincena, terminaríamos en un verdadero infierno.
Algo tiene que cambiar. En Tamaulipas, donde también gobierna Acción Nacional, lograron una reducción del 22%. En Querétaro, nuestro vecino, se mantiene estable la cifra desde 2015, en poco menos de 200 por año.
Yucatán es casi el paraíso. De 52 asesinatos dolosos en 2015, bajaron a 33, sólo comparable con países desarrollados. ¿Qué hacen o hicieron allá para vivir en paz? Debemos preguntarles.