Con el gusto de visitarnos, mis hijazos llegaron de Guadalajara, Cancún y Ciudad de México, para una convivencia familiar.
R- Guarraguauuu, mi Santias, que gusto que te visiten, aunque se me hace raro, ya que, con tu forma de ser, como que se me hace difícil que quieran venir a verte.
S- Deja de molestar, perro, que si algo me distingue es ser buena onda, querendón, dulce tierno y platicador. A ello añádele que, con los años, cada día son más las anécdotas de vida que se van a cumulando.
R- Auuu, ahí si nada digo, la verdad tus historias nunca me dejan impávido, o me haces llorar o me haces reír; como aquella de cuando eras director del Cecyteg en Rincón de Tamayo y encontraste a unos alumnos viendo pornografía.
S- Esa es una buena historia, perro; recuerdo que los “caché”, se pusieron todos colorados y no sabían dónde meter el teléfono con la pornografía, los abordé y les dije: – Muchachos, ¿les gusta ver pechos? Sí, me contestó el más gallito. Síganme les instruí. De ahí fuimos a donde una perrita estaba amamantando a sus cachorros y les dije: – Ahora si atásquense que hay ocho pechugas& Los chavos se rieron y nada más alcanzaron a decir: – Que gacho es “Dire”, hace bromas muy pesadas. Todos reímos.
R- Guarf, guarf, guarf, esas son las historias que me gustan, mi Santias.
S- De esas tengo muchas, mi Rufo, pero para otro día, hoy estábamos con la visita a Celaya por parte de mis hijos y de cómo siguiendo una vieja tradición, llenaron las maletas con cajetas, que siguen siendo apreciadas en todo México; aunque, a decir verdad, mucha de esa artesanía se ha perdido& Y hay que recuperarla.
R- Grrr ¡Claro que hay que recuperarla!, los pueblos y su identidad son asunto serio que debemos cuidar y fomentar, pero ya ves, con eso del neoliberalismo, ya las marcas nacionales, y en un descuido las trasnacionales, se van apropiando de lo nuestro.
S- Me permito disentir, mi Rufo, nada es de nadie, y cuando alguien lo compra, pues le pertenece. Comparto que deberíamos tener programas para proteger nuestras artesanías de los embates del dinero, pero es finalmente el propietario, el que decide vender; para explicarme te voy a contar otra historia.
Hace años traté de ayudar a una Señora artesana de Aranza en Michoacán, cerca de Paracho, tierras de guitarras, a comercializar sus rebozos; estaba yo tratando el asunto de la comercialización del maíz criollo, cuando se me acercó, con una cajita y me dijo: – Don Santiago, me puede ayudar a vender mis rebozos. En aquel tiempo un rebozo del que usaban las indígenas no costaba más de $150 pesos, pensé en comprarle uno y fin de la historia, pero, cuando abrió la cajita me mostro unos rebozos preciosos, casi mantillas, hechos en telar de cintura. Pregunté el precio y me dijo, mil pesos, no los traía, así que le pregunté, ¿cuántos traes? Cinco, me respondió, entregándome la cajita, la que dejó en mis manos sin conocerme y sin recibo. Me los llevé a Uruapan, se los entregué a una amiga que vendía ropa en abonos y le sugerí venderlos en $1,500. Así lo hizo y a los tres días regresó con los cinco mil pesos y un pedido de otros 10 rebozos. Doña Mary ofreció tenerlos en dos meses. Me reí y le dije Doña Mary, para cuando los tenga ya se me murió el cliente. Así que busque que otras comunidades aprendieran a hacer rebozos para poder tener oferta y hasta exportar; lo que armó un alboroto en Aranza; tuvieron asamblea para prohibirme que enseñara a otras comunidades a hacer rebozos, argumentando que era su artesanía; hasta donde sé, ahí siguen, con sus egoísmos y su desorganización, y pudiendo vender sus rebozos en doscientos dólares ($4,000 pesos), siguen rematándolos en la casa de las artesanías sin progresar, pero eso sí, muy dueños de su artesanías; es por eso que no comparto lo de “nuestra” cultura o artesanía; creo que el ingenio humano es universal y que todos somos hermanos que si trabajamos de forma inteligente y organizados, nos va mejor&
R- Grrr, ¿y del viaje de tus hijos, mi Santias?
S- Pues para otra ocasión pues se nos terminó el espacio& ¡Así de sencillo!
Un saludo una reflexión