Quedamos sorprendidos por la construcción de un hospital de mil camas en China. Hace diez días podíamos observar las retroexcavadoras con sus brazos y manos de fierro preparando el terreno día y noche.
Hoy vemos las camas, las instalaciones médicas y los tomógrafos listos para entrar en acción contra el coronavirus que amenaza a la población de China y al mundo entero si se propaga. Seguramente pararán la epidemia porque, ante la determinación y la urgencia, nadie como los chinos.
El Times de Nueva York publica una nota con todos los acontecimientos de la irrupción de la epidemia y entre los datos sobre China aparece uno sobre su crecimiento en los últimos 16 años.
De 2003 a 2019 la producción total de China pasó de 1.7 billones de dólares (millones de millones) a 14 billones. Podría ser un error del Times o de su banco de datos. Como siempre, el Times es de toda confianza porque revisa detalladamente la información.
Aún sin sacar la calculadora nos da una cifra asombrosa: multiplicó por 8 su producción en 16 años. Con el lápiz en mano y una sencilla ecuación, encontramos un crecimiento del 14% anual compuesto. Nunca ninguna nación había producido y crecido tanto en tan poco tiempo. Al finalizar el año, China tendrá un ingreso por habitante de unos 10 mil dólares, superior al de México. En 1978 apenas era de 200 dólares.
Lo sorprendente: de tener a la mayoría de la población muy por debajo de la línea de la pobreza al final del periodo comunista, ahora sólo el 3% de los habitantes son pobres.
Aquí sigue la tragedia: 46 de cada 100 mexicanos viven debajo de la línea de la pobreza.
Para verificar las cifras recurrí al Banco Mundial, donde se ve la gráfica de crecimiento de China. Plana hasta los 90 y de ahí una línea casi vertical. La esperanza de vida pasó de 60 años con Mao a 76 el año pasado y su infraestructura supera a países occidentales. En 10 años será la economía más grande del mundo.
La explosión del crecimiento chino tuvo un incentivo: conquistar el mercado mundial para manufacturas.
Hacerse rico es glorioso”, decía Deng Xiaoping.
La aceleración de todos sus indicadores comienza justo cuando entra a la Organización Mundial del Comercio (se hacen neoliberales). Luego vuelve a transformarse con el valor agregado de la tecnología, la investigación y el desarrollo.
Huawei, Tencent, DJI y decenas de fabricantes de autos eléctricos, dominarán la tecnología futura, lo mismo que las inversiones en Inteligencia Artificial y ahora en microprocesadores.
Hay una lección de economía moral:
Antes todos eran igualmente pobres porque Mao, el supremo líder comunista, quería que así fuera. Ahora el esfuerzo y la creatividad premian al individuo y permiten que haya fortunas invertidas en favor del crecimiento.
La herramienta para salir de la pobreza fue el neoliberalismo recargado como nunca lo hubo en la historia. Un capitalismo apoyado desde el Estado para dominar al mundo en todos los mercados. De comunista sólo queda el nombre de su partido hegemónico.
Por eso cuando escuchamos a nuestros gobernantes decir que el crecimiento no es importante para justificar el estancamiento económico rogamos que vean los frutos de la libertad económica en Asia. Pedimos que salgan a ver Shanghái, Shenzhen, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán para que encuentren respuestas en el progreso de otros.