Imagina que tu hijo desaparece y nadie sabe dónde está y alguien te dice que vio que lo “levantaban”. Imagina que un grupo de la delincuencia organizada asesina a tu hijo. Imagina que tu madre y hermanos pequeños fueron baleados y quemados por un comando armado. Al imaginar sucesos como éstos como si fueran propios, uno podría entender y solidarizarse con el dolor de estos familiares que formaron parte de la Caravana por la Verdad, la Justicia y la Paz hace unos días.

En México hay alrededor de 3 mil fosas clandestinas, 26 mil cuerpos sin identificar y más de 40 mil desaparecidos. El crimen organizado ha generado miles de muertos y desapariciones que han pasado al olvido para el Estado mexicano. Las víctimas y sus familiares no tienen acceso a la justicia y no se les habla con la verdad.

Toda esta impotencia y calvario que viven los familiares los llevó a unirse y manifestarse como sociedad doliente contra la violencia producida por la guerra contra el crimen organizado. Lo que resulta indignante respecto a esta marcha que expresa un dolor legítimo es la crueldad con la que algunos individuos les trataron a su llegada al Zócalo.

Peor aún resultaron los comentarios insensibles y deshumanizados que se exteriorizaron en las redes sociales. El más desafortunado e hiriente fue el del subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, que al referirse a los manifestantes dijo:

A chillidos de marrano oídos de chicharronero”&

y es una autoridad gubernamental cuyo trabajo es velar por el bienestar de la ciudadanía.

Es de verdad triste ver mexicanos tan insensibles dispuestos a agredir e insultar a personas dolientes por razones ideológicas y partidismos. Esto es algo que no se veía antes.

Y el Presidente de México, ¿qué dijo? El mandatario no quiso prestarse al “show” (manifestar el dolor ¿es un show?) y era más importante salvaguardar la investidura presidencial (lo que sea que eso signifique).

Otra situación que me parece indignante y aterradora es el caso del Dr. Sergio Aguayo Quezada, académico, analista, politólogo, escritor y promotor mexicano de los derechos humanos y la democracia.

La decisión de un juez de condenar al periodista Sergio Aguayo a pagar 10 millones de pesos por una sentencia de daño moral que el demandante Humberto Moreira, ex gobernador de Coahuila y ex dirigente nacional del PRI, exige para ser resarcido, ha causado indignación en el gremio periodístico y a organismos defensores de derechos humanos por ser una sentencia injusta y desmedida.

Observadores del caso ven un conflicto de intereses de parte de la autoridad judicial que sanciona esta disputa inclinándose en beneficio del demandante y causando riesgo para la libertad de expresión en México. Recordemos lo que Aguayo escribió cuando Moreira estaba encarcelado en España:

Moreira es un político que desprende el hedor corrupto; que en el mejor de los escenarios fue omiso ante terribles violaciones a los derechos humanos cometidos en Coahuila y que, finalmente, es un abanderado de la renombrada impunidad mexicana”.

Moreira fue acusado de malversación de recursos y lavado de dinero durante su mandato.
Lo que se percibe es que el sistema judicial quiere acallar a las y los periodistas limitando y sancionando y así causar intimidación y temor. Como el refrán que dice: Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.

Y el Presidente, ¿qué dice? “No me quiero meter en este asunto”. Para alguien que se abandera con la lucha contra la corrupción, su postura indiferente resulta extraña, aunque después haya aparentado arreglar lo dicho.

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