Lo miré subir las escaleras arrastrando con dificultad un largo peso que se le había acumulado en las bolsas de los ojos, el fino pantalón parecía que le quedaba grande y en cualquier momento se desprendería de su ancha cadera, por un momento presentí un olvidado cinturón, más no, la elegante hebilla denunciaba presencia, se le caían, dejando asomar a cada paso el resorte de sus calzoncillos o lo que quedaba de ellos.
Se sentó frente a mí, acomodó una sonrisa y me dijo bien, ¿qué quieres saber? Mirándolo de cerca pude notar aquel brillo de inteligencia y sagacidad con la que se ha impulsado, para ser lo que hoy llaman y reconocen como un opulento empresario. Sí sus anchos hombros denunciaban largas horas de trabajo, sus manos hablaban de empeño y aquel sillón de piel donde reposaba su cuerpo, silencioso testigo era de los miles horas nalga.
Estaba frente a uno de los hombres más poderosos de México, ese, que, con sus ideas, trabajo, enlaces alimentaba a miles de familias, cientos de almas dependían de su firma, de sus decisiones, claro tenía que cada segundo frente a él costaban muchos y miles de billetes, por lo que fui breve. ¿Por qué fuiste a esa cena? Su cuello con hartazgo giro de lado, me miró fijamente y descubrió que no me iba a mover hasta saberlo. ¿Cómo qué por qué? quien convocó era nada menos que el presidente de la nación ¿qué acaso no te merece respeto?
Sonreí y volví a preguntar ¿Tú sabías perfectamente a qué ibas, te dio miedo no asistir? ¿pensaste que cerraría tus negocios? ¿Qué comenzaría una brutal cacería de brujas, se te acabaron las agallas para enfrentar las batallas? O ¿acaso alguien te prometió un negocio más jugoso de los que ya tienes? Con esa “donación” pudiste mejorar sueldos, prestaciones; hacer esa guardería que tanto hace falta, sumarte a la fundación de los pequeños por y para sus medicinas, merecen sanar; remozar la línea eléctrica, reforzar la seguridad, más pareciera que tú y él los necesitan pobres, jodidos.
Por fin se sonrojó ¡cómo crees ¡eso, tú sabes que en México no pasa. Nos pusieron una encerrona, muchos no teníamos bien claro por qué nos convocaba, además, bien sabes que es usual que nos pidan para sus campañas o para algunos eventos de caridad que necesitan levantarse el cuello.
Ahora, está el tema ese de no corrupción, ya no aceptan un detalle para su bolsa, pues será entonces para la del jefe. Qué más me da, son meses que busco a varios funcionarios, todos están con sus libretas en las mañaneras, o vetúasaber, necesitaba hablarles, conseguir esa cita, ponerme de acuerdo, agilizar trámites, permisos, enterarme; ESTAR con posibles socios sureños, traen la venta de lugares; aunque los del norte jiji- también vienen bravos; estaban los necesarios, los pactos por fin se dan. Sus ojos brillaban, encarrerado escupió sin respirar: hay que hacer que la rueda gire, México no se puede quedar estático, nada más porque una bola de amargados, idealistas o frustrados cree que con oponerse, este señor cambiará su estrategia, me decepcionas piensa o te dolió, que no te invitaron, si quieres te vendo un cachito. Irónico concluyó, te equivocaste de pregunta, no era ¿por qué? Sino ¿para qué? La entrevista sin más, quizá había concluido.