¿Cuál es el contraste o la similitud que existe entre los gobiernos de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo del estado de Guanajuato y el federal de Andrés Manuel López Obrador?

El pasado miércoles tuve la oportunidad de exponer, ante un nutrido grupo de personas que acudieron al periódico AM, las condiciones en que se encuentra nuestro gobierno en relación al federal. 

A más de uno, sorprendió los puntos expuestos. Aprovechamos esta oportunidad para compartir esa presentación con nuestros lectores dominicales. 

Comencemos primero por algunas diferencias que identificamos, entre el estado y la federación.

Una de las más significativas consiste en la apertura hacia la globalidad y las relaciones internacionales. 

Para Guanajuato son estratégicas, especialmente con países como Japón, Corea, Alemania y sobre todo Estados Unidos; en tanto la gestión de AMLO, es prácticamente pueblerina en este ámbito. Inseguro, el presidente le tiene pavor a codearse con otros mandatarios. 

Esta situación tiene sumido a México en un absurdo aislacionismo que frena la globalización regional.

Guanajuato, desde hace años ha mantenido una larga tradición en planeación gubernamental.

Desde el Iplaneg, su instituto de planeación estatal, ha consolidado proyectos precisos que marcan pautas a seguir, junto con sus indicadores por cumplir. El último capítulo consistió en un trabajo conjunto con la Agencia de Cooperación de Singapur.

En contraste, López Obrador, decidió tomar la pluma, y sin conocimiento alguno, desde su supina ignorancia, escribió lo que él cree que es un “Plan Nacional de Desarrollo”, imponiendo a su gobierno un rosario de acciones incongruentes y postulados generales, sin referentes de medición.

Nuestro estado ha trabajado con denuedo en el ámbito de los servicios de salud. Los hospitales públicos guanajuatenses funcionan bien y los pacientes se encuentran satisfechos con su desempeño. Mientras, el desastre esta evidenciado en la administración federal. 

El presidente, enceguecido por el uso del poder, no tiene la más leve idea de la compleja operación de un sistema de salud. Por lo pronto, frente al reto de una pandemia mundial, ha dejado a los hospitales sin medicinas e instrumentos de trabajo. Los niños con cáncer están sufriendo las peores consecuencias. Una auténtica canallada.

En cuestión de punibilidad en relación con actos criminales, la reacción del joven gobernador ante unos disturbios generados en el municipio de Cuerámaro, fue la procesar a los detenidos como terroristas, mostrando una faceta fascista inimaginable hasta ahora. 

En cambio López Obrador, ha manifestado una empatía sublime con los grupos del crimen organizado, prometiéndoles “abrazos y no balazos”, mientras liberó a un cabecilla del narcotráfico recién capturado. Vergonzoso.

Estos son los ejemplos de algunas diferencias, ahora pasemos a plantear las circunstancias que descubren las semejanzas, cuando los gobiernos se transforman en espejo uno del otro.

Tanto Rodríguez Vallejo como López Obrador concentran muchísimo poder. Leyes y reglamentos los dotan de una enorme cantidad de atribuciones que se resuelven desde su discrecionalidad y arbitrio. 

Si hoy México es el país de un solo hombre, Guanajuato también es el estado de un solo individuo: el gobernador.

AMLO es amo y señor del Poder Legislativo y sumamente influyente en el Judicial. Muy criticados han sido los nombramientos de ministros a modo, pero Guanajuato no es diferente.

Diego es el pastor indiscutible de la mayoría parlamentaria en el Congreso del Estado. Es tan severo el yugo, que ha conducido al grupo panista al suicidio político, sosteniendo en el puesto a un fiscal impresentable. 

Sus nombramientos en el Poder Judicial, garantizan el pleno dominio de los intereses del ejecutivo estatal en la judicatura. 

Así, López y Rodríguez son almas gemelas, carentes de contrapesos institucionales, propensos a la arbitrariedad, y por ello, causas eficientes de que vivamos en una simulación republicana; en que la verdad desnuda, es que reina un autoritarismo rampante. Ninguno tiene frenos ni contenciones institucionales.

Los dos gobernantes, el federal y el estatal, tienen control sobre “su” partido y deciden candidaturas. Con esto se elimina la simiente democrática del sistema político.

Como cabezas de la partidocracia dominante, bajo los auspicios del dedo elector, no existe posibilidad alguna de que alguien externo a su redil, pueda alcanzar un puesto de elección. 

A partir de ahí, los dos, Andrés Manuel y Diego Sinhue, eliminan el funcionamiento democrático del Estado.

La transparencia y la rendición de cuentas no es afán de estos mandatarios. El IACIP y el INAI, sendos institutos de transparencia, viven sus peores años. 

Con presupuestos raquíticos poco pueden hacer para introducir la transparencia como un instrumento del control democrático del gobierno.

En cuestión de combate a la corrupción, no hay avances. Los sistemas tanto estatal como federal, son muy débiles, cuentan con recursos exclusivamente para su sobrevivencia. 

La eliminación de la corrupción por decreto, parece ser el camino de nuestro estado y del actual gobierno federal.

Pregunta: ¿cuántos corruptos son perseguidos o duermen en la prisión en Guanajuato? Silencio.

La sociedad civil organizada era promovida y fomentada por los gobiernos guanajuatenses.

Pero al igual que en el ámbito federal, en donde el presidente López ha festinado su desprecio por los grupos civiles, la costumbre individualista del ejercicio del poder, parece haber permeado en el gobernador Sinhue.

Arrebatado, colmó de epítetos y descalificaciones al Observatorio Ciudadano de León, ante la temeraria propuesta de pedirle informes semanales sobre la situación de seguridad pública y violencia en ese municipio. La participación ciudadana y la gobernanza retroceden.

En cuanto a su relación con empresarios y magnates, ambos jefes mantienen sometidas a casi todas las organizaciones de emprendedores (Coparmex y el CCE-León son la excepción). 

A López Obrador le alaban sus torpezas y a Diego no le dirigen reclamo alguno por su pobre desempeño. Comoditos todos.

Las burocracias con que operan tanto la federación como el estado, han sido convertidas en puestos provisionales para operadores electorales, y no posiciones reservadas para una casta profesional de funcionarios comprometidos con la eficiencia y eficacia de las administraciones.

Esto explica en parte el mal ejercicio del gobierno. No existe un servicio civil de carrera.

La tecnología y la innovación no son el desvelo de estos gobernantes. Los procesos de depuración de la regulación y digitalización de los procesos que tanto contribuyen a contener la corrupción, les son ajenos. 

En cuestión de ciberseguridad, Pemex y ls Secretaría de Economía ya fueron hackeados, mientras Guanajuato no posee ni siquiera una firma electrónica segura. En el hoyo.

Hay muchos más parecidos que diferencias entre los dos gobiernos, pero cerremos con la analogía más dramática: la seguridad pública. 

México se encuentra en medio de la peor crisis de seguridad, que nos lleva a números de homicidios dolosos exacerbados. 

Dentro de ese pandemónium, Guanajuato destaca, y por mucho, en el baño de sangre. 

Mientras nuestros diputados estales deciden no exigir cuentas a los encargados de la seguridad y contención del crimen, mejor les proponen un servil “acompañamiento”, no se vayan a sentir. Fin.

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