Creerte es dogma de fe, el mayor acto de confianza que puedo tener cada vez que me dices algo. Sin pensarlo, ni siquiera cuestionarlo cierro mis ojos, descansan mis labios me dejo guiar en la absoluta confianza que me dice a dónde me lleves y lo que digas buscarás para mí, para ti bien.
Deposito en ti la confianza, mi mayor tesoro, esa reliquia que no tiene precio ni cabida en subastas.
Una suave cobija de ternura me cubre, el sosiego me permite transitar con otro ritmo, observar y analizar este revoltijo de tiempos huracanados que me rondan y golpean mi falda. Creer me hace bien, desparasita la mente cuajada de gusanos y pulgas.
Creer da enfoque, aligerar la carga cotidiana. Abandono esta sospecha, suelto la capa detectivesca me visto de compromiso, me vivo ciudadana. Mi voz baja el tono, la garganta templa, desde las pestañas susurro: te creo. Las diferencias se dan, surge seguro la disputa, tus colores, mis preferencias. Tus objetivos, mi meta. La disparidad en ritmos, los grosores porosos de nuestra piel tan semejante y en lo llano tan dispar, aun así y encima de esas diferencias, te creo. Acepto creerte cuando dices adiós y regresas. Leerte, escucharte, sentirte me consuela, me orienta, me viste de esperanza. Tu persona abraza, en la absoluta confianza de saberme segura, querida, protegida. Y es cuando bajo la guardia, suelto machetes, tiro los sables. Respiro.
Quiero creerte; a ti alcaldesa, a ese inquieto regidor, a la dispendiosa regidora, al callado contador; a ti empleado, que con tus acciones hable el trabajo y el empeño; a aquel director que ostenta orgulloso la insignia del hacer que acompaña el buen deber. Quiero creerte presidente que con profesionalismo buscas y haces bien. Urge creerte mercader de paños y dulces manjares. Necesito creerte hijo, en tus ojos se transparente esa tu verdad acompañada de palabras que conducen al servicio, al crecimiento, acciones en congruencia de un ser de valía y fuerte moral. Debo creerte a ti amigo “facebukero” necesito que ese aviso sea cierto para proteger a la familia e ir por el camino correcto; tiéndeme redes no me entrampes, ríete o llora o reflexiona conmigo, a distancia, más no patrañas. Debo creerte amiga, cuando dices que me ves para refugiarme en tus brazos cuando me falta cordura. Necesito creerte editorialista, reportero, comunicador, que como fiel testigo retratas lo que escuchas y ves, desbaratando las tripas que engaña la interpretación desde lo que conviene segúnvayaquelacordar. Aprendo a creerte maestro con tu sabiduría y compromiso. Debo creerte banquero, cuando calculas mi rédito. Necesito creer en la interpretación que haces a mis análisis con esos tus estudios que te nombraron médico sanador. Porque creerte me hace humana, pinta esos rayos de la divinidad que quiere habitar en ti.
Verdad y mentira. Mentira y verdad unidas con la conjunción de la preposición. Dioses de mitos, dueños de almas que anestesian sin pudor a aquel que estorba para el comprometido afán. Entonces me confundes con la verdad, la tiñes o simplemente la disfrazas con maldad; juegas con las palabras, succionas los textos para imponer sin pudor tus deseos y conveniencias. Me haces daño, me hieres, me destruyes. Déjame creerte con esas tus verdades, déjame olerte con esas tus mentiras, déjame tomar decisiones; volemos juntos, separados, a un lado, detrás, adelante, más no escondidos, seamos libres. El engaño nos pudre, enferma y deteriora ¿eso es lo que buscas? ¿Eso es lo que dices me conviene? ¿Esa es tú manera de hacer patria? ¿Así me conquistas? ¿Me valoras? No, de veras, esas, son patrañas.
Comentarios:
[email protected]