En la historia de la humanidad, las pandemias han cambiado el rostro de las sociedades; ya para crear soluciones innovadoras, ya para tener nuevas formas de convivencia y para, inevitablemente, replantearnos el sentido de la vida.

Algunas pandemias como la influenza española en los años de la Revolución Mexicana-, incrementaron las migraciones a las ciudades; otras, para mostrar que los fanatismos (solo recordar la viruela negra y la peste en Europa en la Edad Media) incrementaran la gravedad del problema. 

En México, nuestros ancestros sobrevivieron a todas ellas, incluidas las enfermedades que provocaron las muertes de los indígenas al contraer las enfermedades de los españoles. 

Hoy, también, nuestros fanatismos y miedos se reflejan con la llegada del coronavirus.

Pero aquí estamos. Ni las devaluaciones de los años 80 o las crisis financieras como las de 1994 y de 2009; tampoco la influenza H1N1 nos doblaron. 

Pero esta semana iniciamos lo que -de acuerdo a datos oficiales y lo que circula en redes sociales confiables-, será la gran depresión, la mayor de la historia moderna de México.

Y también la venceremos. El problema estriba en que nos llega en plena recesión económica, con un Gobierno Federal que prometió todo y que nos metió a esta bronca. 

Sí, votamos por AMLO por su enorme enfoque a las mayorías pobres, pero ahora comprobamos que sabe repartir, pero no crear riqueza.
Esta semana, con una respuesta tardía del Gobierno Federal, los estados y las empresas debieron tomar decisiones drásticas para reducir los riesgos de contagio. 

Ya supimos del triple golpe de las interrupciones de la cadena de suministro industrial y los cierres de los fabricantes de automóviles, el colapso de los precios del petróleo y las implicaciones fiscales por no haber ventas. 

El considerable distanciamiento social que se espera que aumente en las próximas semanas, llevó inevitablemente a que se parara la economía.

Nuestro Presidente sigue en campaña y evade la realidad, encomendándose a los amuletos y hablando de cualquier tarugada; sigue sin verbalizar nada absolutamente sobre cómo salir de la crisis, ni proponiendo medidas que nos encaucen a cómo detener la caída libre del País. 
JP Morgan señaló el tamaño de la crisis económica y financiera y que las rebajas de calificación crediticia de nuestro querido País, parecen más cercanas que nunca; las previsiones de que el PIB nacional caiga a rangos del 2 al 4% son inevitables. 

Caída del peso, quiebra técnica de Pemex, devaluación innegable, falta de flujo en el gobierno y caída inevitable de la recaudación fiscal y un sector empresarial que clama como en todo el mundo, por apoyos gubernamentales que AMLO ha negado.

Las acciones frente a la pandemia son diversas; quienes laboran en el gobierno ven con tranquilidad esto, pues tienen sueldo asegurado y gozan cuarentena (son el 4% de la población); el problema empieza en los emprendedores y empresarios que debemos tomar acciones ante la caída de ventas y préstamos vigentes en pesos o en dólares (somos el 15%). 

El problema es enorme en la PEA (Población Económicamente Activa) en puestos operativos que no tienen empleo seguro y que deben seguir trabajando para poder ganar, pues las empresas ya tienen “paros técnicos”. 

Pero donde está lo grave, es en el porcentaje cercano al 40% donde están todos los subempleos y el autoempleo; allí está realmente el drama.

Pero la pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma como producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. 

Leonardo Boff, un gran teólogo brasileño, ha escrito reflexiones en estos días para afirmar que “ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wallstreet: “greed is good” (la avaricia es buena). 

Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquel ya no puede continuar. Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias generales, atacado siempre por el sistema del mercado “libre”, y serán las virtudes del nuevo paradigma, defendidas por muchos, el cuidado, la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.

Esta semana, los discursos de los mandatarios de Francia, España, Alemania, reflejan ya esta manera de pensar: replantear nuestros modelos de convivencia, para una revisión profunda del sistema capitalista que en estos días muestra las grandes disparidades sociales. 

El 3% de la población mexicana concentra el 40% de la riqueza. Sí, quienes pudieron salir a esquiar a EUA; quienes utilizan frecuentemente avión y compran en el extranjero. 

Y es la realidad, quienes han hecho compras de pánico, actualizado seguros de vida y contratado pruebas de laboratorio inaccesibles para las mayorías, fueron los primeros en contagiarse del Covid-19.

La pandemia del coronavirus debe ser una oportunidad para pensar “desde el reverso de la historia”.

Tendremos que ser más solidarios. Nuestro Presidente no ha respondido al tamaño del problema. Si su gobierno, enfocado a los más pobres fracasa, se incrementará el descontento social. 

Sí, el de las mayorías que en el 2018 votaron con la esperanza de una sociedad más pareja y que hoy, a pesar de los apoyos sociales de AMLO, mostrarán su descontento en medio de una recesión económica y un gobierno quebrado financieramente por decisiones torpes. 

Por eso, es hora de dar confianza a los jóvenes y a nuestros círculos de influencia; es momento de ser, por fin, más solidarios, dejando atrás nuestro egoísmo, el barro del que estamos hechos…

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