Ante un panorama incierto, donde campean la incertidumbre y las malas noticias, es usual que los ciudadanos se contagien unos a otros de temores y visiones apocalípticas; y, de esta manera, se va construyendo un futuro fatalista, esparciendo el miedo con murmuraciones agoreras que eclipsan la luz del pensamiento y enferman el ánimo.

Las conversaciones y pensamientos tienden entonces a la fatalidad de la desesperanza en el futuro. “Toda adversidad y dolor preparan el alma para ver más allá de los oscuros miedos,” Martin Buber.

En México y el mundo, la pandemia del Coronavirus y la recesión económica que se avecina, ponen en máximo estado de alerta el instinto de sobrevivencia de sociedad y gobierno. Por desgracia, al no tener respuestas precisas sobre el tiempo y forma de las adversidades, se genera incertidumbre, y la mente se pone en modo de miedo.

El miedo es una de esas sensaciones perturbadoras, con sus variantes de angustia, fobias y demás dispersiones psíquicas, que están siempre presentes en la existencia y todos padecemos alguna vez sus consecuencias en la vida diaria. 

El miedo paraliza, retrae e impide reaccionar, genera vulnerabilidad circunstancial y provoca opacidad de pensamiento& se instala en el inconsciente colectivo y puede invadir todos los estratos sociales, listo para actuar al servicio del caos. 

Pero, entonces, ¿es posible cambiar la mente del modo miedo, al modo de valor y optimismo? Sí, sin duda, es posible; pero es condición sine qua non sacudirse el agobio del tirano del pensamiento que no da tregua. La mejor vacuna es poner el pensamiento en tiempo presente y no dejarlo ir al futuro ni al pasado, quitándole así la engañosa trampa del tiempo. 

Los pensamientos son imágenes que transportadas en el vehículo del tiempo viajan a la velocidad de la luz y se asumen como realidades. 

La mente opera como la ejecución de una obra sinfónica en la que no hay un director, comienza por sí sola y se despliega sin control de la ejecución.

Lo más importante es que debería de haber un director y ese ser uno mismo, pero no lo hay. Así se da el proceso del pensamiento, según el Instituto de Investigación del Cerebro y la Creatividad de la Universidad del Sur de California.

Aunque se supone que usted manda en sus pensamientos, seguramente alguna vez se ha sentido acosado por imágenes que generan miedo.  

El pensamiento nos distingue del mundo animal, pero también puede ser el peor enemigo, cuando no cesa de inquietarnos y arrastrarnos de manera artificiosa al pasado o al futuro, envolviéndonos así en la trampa del tiempo. 

Es decir, el tiempo es el artificio que usa la mente para engañarnos, toda vez que ni el pasado ni el futuro existen. La única realidad es el presente.

La angustia y el dolor se dan en el tiempo, por esa razón, la única manera de evitarlos y recuperar nuestra tranquilidad es eliminando el tiempo y viviendo en el ahora.

Si vivir pensando en el pasado es persistir en lo que ya no es, cuando ponemos la mente en el futuro nos situamos en lo que todavía no es y pudiera no llegar a ser nunca; entonces, autoconstruimos escenarios ficticios donde sentimos la inseguridad y aparece el miedo. 

Pero, ¿cómo liberarnos de la esclavitud que nos impone el pensamiento catastrofista? La respuesta es sencilla: La mente viaja en el tiempo; si le quitamos el vehículo no se podrá mover; y, si no se mueve, está atrapada. El tiempo es la trama misma de nuestra existencia. 

“Somos la suma del tiempo” dice Heidegger, el filósofo alemán, vivimos en la duración, porque en todo momento gravita en nosotros todo el pasado, somos la síntesis de la vida anterior. Cada hecho psíquico refleja el alma entera, porque la memoria de nuestra vida se forma incesante como una bola de nieve que rueda. Por eso, la mente no puede vivir sin el tiempo, pero nosotros sí podemos. 

Eckhart Tolle, en su libro, El Poder del Ahora, nos guía para enseñarnos cómo es posible librarnos de la ansiedad, del sufrimiento y de la neurosis de la vida diaria. 

Para lograrlo, solo tenemos que llegar a comprender que la causa de nuestros problemas no son los demás, ni el mundo de allá fuera, sino nuestra propia mente, incapaz de concentrarse en el ahora, por estar siempre pensando en el pasado y preocupándose del futuro. 

El apego al pasado y al futuro y la negación del presente, es lo que genera las disfunciones, la ansiedad y el miedo.

Ante la amenaza, la normalidad en la vida pública y la interacción social están siendo puestas a prueba; pero, México saldrá adelante, aunque será una tarea de todos luchar para triunfar. 

Es un desafío sanitario, social y económico, para el país, que dependerá en gran manera de nuestra solidaridad. Los virus son más viejos que la humanidad y no la han vencido. 

En el mundo ya somos siete mil 700 millones de habitantes. El choque económico de una recesión no es eterno, los analistas consideran que en el segundo semestre habrá crecimiento, México ha sabido superar las crisis en reiteradas ocasiones.

Sociedad y Gobierno, debemos de caminar juntos, para ir más allá del miedo.

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