El peligro que nos amenaza o, para decirlo mejor, que ya está aquí, ha permitido que afloren virtudes y defectos de los habitantes abajeños y de los mexicanos en general.

En las primeras está la entrega para proteger a niños y ancianos. Hay quien los cuide, vigile sus movimentos y alimentación.

Como borraron las guarderîas ahora la vecina, que está recluida para evitar contagio, acepta de buena gana cuidar, sin remuneración, a los que lo necesitan.

Muchos profesionales de la Salud: médicos, doctoras, enfermeros, enfermeras, camilleros, operadores de ambulancias, aseadores de hospitales, no pueden cumplir la cuarentena. Obligados están, por su vocación y el juramento que hicieron de vigilar, hasta el extremo, la salud de los demás; ¿aún con el riesgo de la propia? ¡Así es!

Los y las comunicadoras, sacerdotes, monjas, taxistas, expendedores de medicinas, están en activo pese al peligro. 

Dijo fray Fabián Orozco, guardián del templo de San Francisco del Coecillo: “Confesaré, iré a llevar la Sagrada Forma a los enfermos, he de atender a los que requieran extremaunción; no rehuiré ninguna de mis labores. Con el cuidado que sea posible”.

Todo esto nos muestra un caudal enorme que hay en el pueblo para servir a los demás.

Hay personas que, por su precariedad y lo obligado que están de mantener a su familia, corren todos los riesgos.

Meditemos, nada más como reflexión valorativa, que en el tianguis que se instala sábados y domingos, conocido como “La Línea de Fuego”, hay cinco mil espacios; en cada puesto laboran hasta seis personas, acarrean mercancías, en la preparación de los productos y sirviendo.

Esa cantidad de gente vive al día, o sea que no son comerciantes por entretenimiento. De lo que ganan comen ellos y sus familias. Van al día, como se dice en forma corriente.

Ojalá que su líder los conmine a guardar la sana distancia, lavarse las manos y a usar gel u otra sustancia desinfectante.

Lo mismo ocurre en los mercados que están aún en servicio. Ya, sus dirigentes van aplicando protocolos. Que entre únicamente la persona que va a comprar. No lleve niños; que al entrar use el gel que hay en una mesita. Los vendedores protegidos y si son comidas preparadas con cuidado extremo.

Hay quien vende hoy y de lo que gana come su familia mañana. No puede atender, por tal motivo, la cuarentena.

Con motivo de la pandemia afloran muchos datos que parecían, de una o de otra forma, ocultos, como escondidos por así decirlo. ¿Quieren uno? Aquí va: todos los gobiernos y más el de Peña Nieto, combatieron la informalidad.

Gastaron millones en ello; pero nada se logró. 

Pues ahora resulta que los informales en México son nada más y nada menos que el 44%, que no están amparados por nada y menos tienen seguridad social. Esos que son, hombres y mujeres libres comercialmente hablando, tienen una familia que han de mantener.

Es difícil, por no decir que imposible, imponerles una “cuarentena”. Que no salgan de su casa sería conminarlos a que dejen de comer.

Tal y tan descarnado dato nos indica que se requiere, no para este momento de emergencia sino hacia el futuro, un programa positivo, sin demagogia ni gran publicidad, para que todo comerciante sea formal y esté amparado. 

Que su inscripción en el padrón sea gratuita y la cuota mensual al Gobierno baja y muy flexible. Que quien no pueda pagar quede exento, pero con la asistencia debida.

Para logro de lo anterior se requiere un gobierno honesto, alejado de la demagogia y el populismo. Que vea al presente pero más que nada al futuro.

¿Eso sería justicia social? ¡Lo sería!

¿Suena a algo imposible?. No, no es y solo así los miles de comerciantes de La Pulga se harán formales; pero claro que sin engaños, porque el mexicano es perceptivo, se da cuenta a la hora que lo engañan.

Ante la adversidad los mexicanos nos hacemos uno para salir adelante; hay entrega, pasión, desprendimiento, afecto, generosidad entre amigos, vecinos, familiares.

Claro y es natural, que en situaciones como la que padecemos aparezcan aves que cruzan el pantano y sí se manchan. Aquí los especuladores.

¿Quiénes son? Los que ante una emergencia o necesidad aumentan los precios. Hoy venden un gel antibacterial a 40 pesos y mañana, dicen que como hay demanda, ya lo dan en 80. Hay quienes hasta se atreven a utilizar el nombre de una Cámara para ofrecer de mil piezas en adelante. Si no, sencillamente no.

Bueno, de todo hay en la viña del Señor. Lo que hemos de cultivar, ahora con la pandemia y siempre, es la generosidad; esa solidaridad que nos encamina a vernos hermanos de todos los seres humanos.

Únicamente así libraremos esta crisis que requiere de cuidados y fe en los altos valores del espíritu.

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