Dos becarias Fulbright en conversación.

Mi hija, Úrsula Fuentes-Berain, me pidió que le cediera el espacio de mi columna para entrevistar a Kelsey Freeman. Kelsey, al igual que Úrsula, fue becaria del proyecto binacional Fulbright-García Robles. Llegó a Celaya con la idea de aprender más sobre la cultura mexicana y terminó escribiendo el libro No Option But North (Sin opción más que el norte) que relata la odisea a la que se enfrentan los migrantes en su camino hacia Estados Unidos.

¿A cuántos migrantes entrevistaste en total? ¿Cuál fue la mayor enseñanza al hablar con ellos? 

En los nueve meses que pasé en Celaya, tuve conversaciones con cientos de migrantes (la mayoría centroamericanos), hice alrededor de cuarenta entrevistas formales. Un tema en común fue que los que migraban por este camino peligroso al norte lo hacían por necesidad. Huían por la violencia, por falta de oportunidades económicas o porque sus familias estaban separadas por una frontera. Cuando los centroamericanos entran a México, se vuelven vulnerables, y los delincuentes, los carteles y las autoridades migratorias se aprovechan de ellos. Entonces la mayor enseñanza al hablar con ellos fue que si los migrantes se enfrentan al robo, asalto, violación y secuestro en el camino al norte a sabiendas, es por una razón: demuestra que sufren más al quedarse.

¿Cómo fue el proceso de escritura de tu libro Sin opción más que el norte?

Cuando llegué a Celaya, mi plan no era escribir un libro. Más bien, quería aprender más de las historias de los migrantes y tal vez escribir unos cuentos cortos sobre sus experiencias. Pero conecté con la Casa de Migrante y empecé a platicar con los visitantes. Después de unos meses, tenía tantas historias y tanta información que se convirtieron en un libro. Cuando volví a Estados Unidos, pasé un año haciendo más investigación y escribiendo para entretejer las historias de los migrantes con datos y contexto. Terminé el manuscrito, y después pasé un año más buscando y solicitando editoriales para publicarlo. Así nació Sin opción más que el norte.  

 “El privilegio de cruzar la frontera legalmente” es el título de la segunda parte de tu libro. ¿Qué privilegios son éstos? 

A través de esta investigación, me di cuenta de cómo la nacionalidad, la clase económica, y la raza importa tanto cuando uno está solicitando maneras de inmigrar a Estados Unidos legalmente. Es decir, para un campesino pobre de El Salvador, casi no hay avenidas legales para inmigrar a Estados Unidos. Esta discriminación está institucionalizada por las leyes migratorias de Estados Unidos. Por ejemplo, aún antes de la administración de Trump (que ha restringido a la migración legal aún más), la asignación de las visas a los países del mundo no tomaba en cuenta la demanda de cada país. En 2019, los solicitantes mexicanos para visas familiares eran más de un millón para sólo 26 mil visas. Esta situación crea un atraso enorme en el procesamiento de las visas para solicitantes de ciertos países. Hoy en día los solicitantes mexicanos para visas familiares tienen que esperar 22 años en promedio para sus visas.

Tu libro cierra con un epílogo titulado “Corrupción en todas las esquinas, me vuelvo a las historias”. ¿A qué te refieres con esto?

En el viaje de migrante, puede parecer que todas las esquinas son corruptas. Los guardias del tren te golpean, los delincuentes te amenazan, los narcos te secuestran, los polleros te abusan y los agentes migratorios te roban. En este ambiente de desesperanza, creo mucho en el poder de las historias. Las historias tienen el poder de recordarnos de la humanidad de otros y de cultivar respeto. Con esta empatía, cambiamos la narrativa sobre los migrantes, y en el proceso creamos política que empiece a tratarlos como humanos.     

¿Qué mensaje te gustaría dejarles a tus lectores, en especial a los celayenses?

Por todos lados, existe la tendencia a deshumanizar y degradar los migrantes, con el pretexto de que son menos, o que son criminales, o que quitan trabajos de los ciudadanos. Esta narrativa se convierte en política. Pero si este momento de la pandemia del COVID-19 nos enseña algo, muestra que estamos conectados por todo el mundo y lo que pasa por un lado nos afecta. Por todos lados, necesitamos política migratoria más justa, prudente y digna. Si dejo a los celayenses con algo, espero que sea el respeto para el migrante como humano.

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