Aquello que ya no sirve, que ha dejado de prestarme servicio, que no me genera utilidad podría irse a la covacha, a esa cueva húmeda, oscura y pestilente de la desmemoria. Poco importa si se llena de moho o si el óxido irá pegando su tatuaje; puedo apurar el trago, encimar el olvido.

Algunos dirán que así es y debe ser o tal vez puedes sin esmero buscarle adopción en manos de algún extraño o dejar de verlo e ignorarlo; pues en este mundo consumista lleno de brillos y lentejuelas abrumador en musicalidad, le apaga la luz a todo aquello que perdió lustre, beneficio y oficio.

Te escribo, comparto y público para guardar constancia, pues en estos días, repites con frecuencia que ya no sirves, que nada más das molestia. Y tienes razón, deshonesto sería refutarte y buscar a esas tus manos retorcidas alguna actividad en la que no me duela el sacrificio que te supone cualquier movimiento. Tus pasos han perdido seguridad, presteza y son mis brazos los que te sostienen con profunda emoción cada noche para ponerte el pijama, aunque tus actividades ya no son útiles con ese inmenso y calloso corazón que abres como baúl de tesoro me llenas y me completas.

Si supieras, cada vez que respiras me inyectas vida. Ahí está el secreto de cuánto y por qué me sirves; esas tus palabras que se pierden muchas veces en el recuerdo de aquel ayer que te dejo tantas alegrías o que confunden sin ningún sonrojo nombres, lugares y ratos. Todos esos retazos, llenos de momentos dibujan mis tardes, dan paz al cansancio del ajetreo vivido que me supone la cotidianidad de estos -todavía- mis años productivos.

Sé bien que ya estas cansada, si en ti estuviera tomarías el suéter, te levantarías y te marcharías&el dónde sería lo de menos. Más es un consuelo que tu fe inocente te mantenga atada a este espacio; con honestidad me alegra mucho que aun estés, que podamos platicar, escuchar canciones, contarnos los mismos y sobados secretos que de tanto decirlos parecen leyendas; aprendo de escucharte cuando desmenuzas una y otra vez el error y el acierto vivido; lo analizas a detalle lo pulverizas, con esa historia a cuesta abres sin vergüenza la lección. Me corriges la plana y cada noche me confiesas.

Con solo mirarnos, podemos reírnos sin necesidad de explicarle a nadie; la complicidad de tanto año y vereda nos ha hecho madre, hija, hermana, amiga, consejera y vara para medir esfuerzo. Disfruto encontrarte cada tarde, tan guapa y con esas ansías de verme. Escuchar tu largo y cantarín hola cada mañana por el teléfono, me da la certeza para arrancar el día con la misma enjundia que lo hace tu voluntad, para dominar ese cuerpo que te ha traicionado con la fuerza de esos años tan bien exprimidos.

Así que ya sabes querida madre, tu inutilidad es el chocolate que hoy tiene mi vida, premio a los cuidados que me has guardado, a la querencia que hemos trabajado y si bien no necesito de tus pies, ni de tus manos, me basta con esa alma que se te ha ensanchado, que me beses, me sonrías y estés a mi lado, hasta que Dios diga, hasta que toque. Amable lector, mami se adelanta en este camino, más le gustó mucho este escrito que ella inspiro, como tantos otros, que a lo largo de estos años le escribí. Hoy con cariño, les comparto un inmenso y bendecido trozo de mi vida.

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