Dice Manuel Castells que “no existe una lógica económica abstracta e inevitable externa a la práctica humana, una lógica metafísica y ajena a la historia a la que los humanos deban adaptarse” (2017). 

En efecto, la lógica económica dominante no alcanza para subordinar ni la voluntad humana ni las distintas prácticas económicas a una sola e unívoca dirección; no hay economía que no pase por encima de lo humano por lo que es dable aceptar con este académico español que “existen tantas prácticas económicas como culturas”.

Del fracaso del neoliberalismo en términos de justicia social se ha desprendido una lección: No hay reglas universales para todos los países, cada nación debe encontrar sus propias soluciones y no siempre son las utilizadas con anterioridad.

Si extendemos estas ideas a México, se puede afirmar una prevalencia de la lógica capitalista en la economía pero: a) Coexiste con variadas prácticas económicas locales con una racionalidad distinta; b) Es necesario reconocer la diversidad de agentes económicos que subsisten de múltiples maneras y c) La economía no es un mundo aparte con reglas ajenas a lo humano, se debe situar en sociedades concretas, con valores y organizaciones que le dan sentido.

La crisis económica y sanitaria que atraviesa México, entonces, no puede enfrentarse con una sola estrategia sino requiere atender a todos los sectores que están siendo afectados. 

Los programas de política social aplicadas desde el 2019 son un piso mínimo que está deteniendo el deterioro en la calidad de vida de personas de la tercera edad, en estudiantes y sus familias, en la gente con alguna discapacidad, en hijos e hijas de mujeres jefas de hogar. 

Los subsidios monetarios universales, ahora ya reconocidos en la Constitución, adquieren relevancia extrema para el sostenimiento de cerca de 23 millones de personas, cifra parecida a las que tenía el Prospera pero con otra lógica de aplicación.

A esta defensa de derechos se agregan algunas acciones anunciadas por el Presidente que aliviarán la situación económica actual y futura: precios estables en los combustibles, inversión en servicios públicos urbanos y escuelas, la siembra de árboles, apoyo a pescadores, créditos para vivienda, estímulos fiscales para la zona norte del país, devolución del IVA con prontitud, fortalecimiento del sistema público de salud, más de dos millones de créditos a la microempresa, compromiso de no crear nuevos impuestos, reducción de salarios y de gastos en publicidad y refinanciamiento de Pemex.

Se ha publicado hasta el cansancio la situación de la ocupación y el empleo en México. En esto el INEGI ha sido de mucha utilidad. 

Las cifras las recuerda Jorge Zepeda en su artículo publicado en El País: Hay 57 millones de personas activas económicamente y solo 20.1 millones de ellas están inscritas en el IMSS… 

Alrededor del 54% de la población que trabaja lo hace en el sector informal; las microempresas (en las que laboran de una a 10 personas) representan el 94% de los negocios en México y dan trabajo a poco más del 40% de los empleos formales.

En pocas palabras, sigue diciendo el periodista, casi siete de cada 10 mexicanos que trabajan son autoempleados, laboran en changarros o en empresas pequeñas.

La propuesta presentada por AMLO es certera y pertinente y si se atiende a las y los trabajadores asalariados de las empresas que de verdad no pueden sostenerse dos o tres de meses sin actividad económica, el bienestar y el impacto, como sugiere la CEPAL, será mayor. 

La población empleada en este segmento no es rica; la gran mayoría no alcanza los 16 mil pesos al mes, que es la cifra calculada por el Observatorio de Salarios de la UIA Puebla para apenas alcanzar la línea de pobreza de hogares con cuatro miembros.

No es ociosa la defensa de la planta productiva del sector pequeño y mediano de las empresas, pues evitaría problemas graves en la cadena de valor y aliviaría la situación precaria de buena parte de la fuerza laboral de este sub conjunto de trabajadoras y trabajadores en riesgo.

No puedo dejar de compartir con ustedes que si bien es tiempo de crisis y que la economía juega un papel fundamental para salir adelante en todo el país, hay que reconocer que no todo desarrollo económico trae consigo un desarrollo social, como es evidente. 

Me habría encantado escuchar de cierta parte del empresariado que se queja y se queja del gobierno, propuestas creativas como quienes cambiaron la línea de producción para elaborar mascarillas y distribuirlas en todo el país y otras más que sacrifican ganancias para convertirlas en bienestar.

El Gobierno de México no pondrá vino nuevo en ollas viejas, es clara la propuesta; se inicia desde abajo y no desde arriba, son las y los que menos tienen a quien hay que proteger y nunca se ha dicho, como lo ha afirmado la oposición, que se descarta otras propuestas innovadoras para quienes se encuentran afectados por la situación actual.

La Secretaría de Hacienda es clave al respecto y no es necesario pedir prestado a los organismos financieros internacionales como insisten las posturas tradicionales, bastarían los 50 mil millones de pesos que deben 15 grandes empresas al fisco. 

Ni más ni menos.

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