La idea de la inmortalidad ha constituido el anhelo perpetuo de la humanidad.
Este reiterado deseo ha sido el leitmotiv de todas las religiones, que responden a esa obsesión ofreciendo una especie de seguro de vida, que supuestamente se paga con otra vida después de la muerte. Así, también, la historia de las religiones nos dice que los dioses o sus hijos, frutos de mujer virgen, nacen, mueren y resucitan para vivir eternamente y juzgar a los humanos, reos de culpa desde su nacimiento, pero obsesionados por vivir eternamente&
Las divinidades, todas eternas, con su omnipotencia, son dadoras de vida o muerte, perdonan, castigan y prometen paraísos; sin embargo, nunca acaban con el dolor humano e injusticias. Tienen egos, vanidades y concupiscencias, a tal punto que pareciera que los humanos fueran el espejo de los dioses; aunque, la soberbia y la insensibilidad son un fatuo privilegio de las divinidades&
Las religiones, o doctrinas morales, predicaron creencias básicas semejantes; aunque, cada pueblo les impuso su forma cultural específica. Por su parte, el dios único o principal de cada una fue venerado sin que los creyentes dudaran en lo más mínimo de su origen, historia, rasgos, prodigios y promesas. Las religiones de Osiris, Mitra y Zoroastro se remontan al menos a 1500 años a.C.; la de Atis se identifica en el 1200 a.C. y la del Buda alrededor del año 600 a.C.
¿Qué factor común puede operar en el ser humano que replique el tema de sus creencias en diferentes latitudes? ¿De qué trasfondo común pudo surgir tan interesante coincidencia? Quizá sea conveniente ahondar un poco más en detalles de las citadas doctrinas que abrevaron unas de otras.
El dios Osiris pudo haber sido un soberano egipcio que después de su muerte fue elevado por los sacerdotes a la categoría de dios, como posteriormente se hizo con los faraones. El mito de Osiris es el primero conocido que plantea las ideas del bien y del mal. Él representa el bien y su hermano Seth el mal. Se enfrentan y Seth arroja a Osiris al Nilo, donde muere; Su esposa Isis, con su amor, lo vuelve a la vida. Esa resurrección es un triunfo del bien sobre el mal y una apología del amor. Osiris muere como hombre, pero resucita como un dios.
Mitra, como Osiris, es un dios solar y agrario al que se identifica con el grano de trigo, porque simbólicamente la semilla muere para renacer posteriormente en forma de espiga. Su primera gran proeza es matar al toro cósmico, de cuya sangre surge el Universo. La muerte del toro probablemente se refiera al fin de la era de Tauro, alrededor del año 2000 a.C.
Mitra nace el 25 de diciembre en una cueva, de una madre virgen, Anahita, a la que se llama Madre de Dios, lo visitan pastores y unos sacerdotes persas, seguramente de la religión de Zoroastro, le ofrecen regalos de oro y esencias.
Se lo considera un intermediario entre el dios supremo y el pueblo, como representante de aquel en la Tierra. Después de predicar asciende al cielo.
Su misión es redimir al género humano. Realiza milagros, se lo considera un purificador de las costumbres del mundo y, por ende, redentor. En su omnisciencia, lo oye todo, lo ve todo, lo sabe todo. Predica el amor al prójimo, el bautismo, la resurrección, el juicio final en dos etapas: al morir y al resucitar, y la existencia del cielo y el infierno. El ritual semanal que ofrece un sacerdote, se realiza cada domingo y en éste se come pan que representa a Mitra, por ser el grano de trigo, y se bebe vino, la sangre del toro cósmico, en su memoria.
Dionisos, dios del Oriente Medio adoptado por los griegos y conocido también como Baco, era celebrado dos veces al año en relación con los ciclos agrícolas y venerado en las religiones mistéricas. Se consideraba una deidad de vida, muerte y resurrección, pues se les asemejaba a las plantas que son segadas, se siembran sus semillas y resucitan al concluir el ciclo agrícola.
Los paralelismos entre los cultos citados son impresionantes. Hay la constante de un dios “real” que representa el poder de la fertilidad, muere y resucita como la espiga que dará el grano para hacer el pan de cada día, y vuelve a reinar en cada renacimiento. Dioses como Atis, Adonis y Osiris, el Tammuz sumerio, Dionisos y el Baal de Canaán, y de manera destacada Mitra, representan muy claramente este mito de morir y resucitar para vivir la eternidad.
Quizá, la observación de los procesos naturales de la vegetación sugirió al hombre en épocas muy remotas la posibilidad de volver a nacer o de resucitar, como el sol y la semilla de trigo, que muere y renace en espiga, esperanza que alivia el profundo temor que el ser humano experimenta ante la muerte. Las ideas de reencarnación y resurrección obedecen a esta esperanza milenaria.
Las religiones, que ciertamente son una concepción humana, y que reflejan los miedos, anhelos y ambiciones del hombre, tienen su origen en el misterio de la muerte; así que éstas prometen una vida eterna. Si no existiera la muerte, las religiones no existirían, no tendrían ya el boleto para la otra vida qué ofrecer.
En cambio, la ilusión de una vida eterna seduce a la mayor parte de las personas, obsesionadas por vivir eternamente& Ni los dioses quieren morir; por eso, todos ellos resucitan¶ vivir eternamente, observándose en los humanos, que son el espejo de los dioses.
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