Los seres humanos solo somos polvo y sombra, decía el poeta romano Horacio. Y de cierto, cada día me convenzo de que inventamos la política para intentar disimularlo. Déjeme contarle, después que enderezó la espalda el primer homo sapiens, pensó como obtener poder sobre los otros changuitos que le rodeaban, y claro, inventó lo que miles años después se le llamó, política. Aristóteles, sabía algo de eso, al punto que construyó teóricamente, hace 2300 años, la forma en como nos relacionamos socialmente hasta el día de hoy.
Mire, para que no se nos arrugue la neurona positiva, debo decirle que detrás de cada acto hay una idea que la podemos repetir y moldear de distintas formas, pero en esencia será la misma, lo demás son ganas de encontrarle bondades a la cicuta que mató a Sócrates. Y si algo nos tiene locos desde que nos miramos a los ojos, es el asunto del poder y la política. Es decir, cómo influyo en el comportamiento de mis vecinos, amigos, conocidos para que actúen de un modo conveniente o condicionado a mis intereses, y en el sentido que yo quiero o necesito. Para que eso ocurra, necesito poder.
Los enterados de las entrañas sociales, señalan que el “origen de todo poder es la violencia”. Y de cierto, la violencia a lo largo de la historia se ha metamorfoseado, desde una piedra hasta un libro donde se instituye por voluntad propia, acuerdos para ejercerla. Constituimos una Nación a la sombra de acuerdos, que dan origen al Estado, y a él, le damos el poder individual hasta convertirlo en un poder colectivo, que se asume como regla para todos. De hecho, el monopolio del Estado es el uso de la fuerza como último recurso para proteger el interés colectivo del interés particular.
Un protagonista del pensamiento moderno sobre la política, es el siempre citado Maquiavelo, al que los elementales, le confieren poderes metafísicos. Lo cierto es que, con él, se moldea una nueva expresión del espíritu del Estado, es decir, laico, y diferenciado del pasado oscurantista, maniqueo y moralino.
El Estado, en la visión de Maquiavelo, es el gran articulador de las relaciones sociales para garantizar que los hombres vivan en libertad a través de sus leyes. Surge para enfrentar y resolver problemas concretos, a partir de formas de organización en las cuales “el bueno no sea aplastado por el malo”. Entonces, la política para Maquiavelo es el eje que articula el poder, e instruye como sostener y conservarlo para fines virtuosos.
Un tema que es necesario comprender, es la separación que hace entre el tirano y el Príncipe, considera que el tirano gobierna para su beneficio, y el Príncipe va en busca de los intereses del Estado y la colectividad. Esta diferencia, es el mapa más importante del poder, mientras a uno le da legitimidad, a otro se la quita. Señala, “aquel que llega al principado con la ayuda de los grandes, se mantiene con más dificultad, que aquel que llega con la ayuda del pueblo”.
Está claro, que el poder no es una abstracción, y quien lo ejerce menos. Es así que el Estado como eje del poder, por su representación simbólica del pueblo, debe favorecerlo, ese es el contrato social. Pero, el poder no es ajeno al interés de príncipes y tiranos, que se agrupan, como escribiría siglos después Carlos Marx, en clases sociales. Parece obvio, pero no olvidemos que la acción política, la ejercen ciudadanos que han llegado al poder transformándose en “lideres”. Tendrían entonces en la lógica del Estado, que convertirse en visores del bienestar colectivo, dejando a un lado su visión individual, y personal sobre los acontecimientos. ¿Pero es así?
Hay una idea de Maquiavelo, que me parece rescatable cuando hablamos de presente y futuro: “la persona que ha decidido tomar la iniciativa de llevar un pueblo, debe saber a lo que se expone, a lo que tiene que renunciar para ser un buen gobernante. Si no está dispuesto a ello no debería plantearse ningún dilema, y podría seguir siendo un ciudadano más, un hombre común que lleva a cabo sus intereses sin intervenir en los intereses de los demás”.
“El bien del Estado no se subordina al bien del individuo, y su fin se sitúa absolutamente por encima de todos los fines particulares por más sublimes que se consideren”. Los supuestos de Maquiavelo, son un tiro al corazón de un segmento político, iletrado, ignorante, ambicioso, anclado en el pasado. Cuya función pública es fugaz porque sólo han llegado a los olanes del poder para vivir como burócratas, preocupándose del día de la quincena y del pago puntual a Liverpool.
La política y el poder va más allá de la visión miserable y mediocre, de quienes han convertido en un espectáculo de comedia televisiva su participación en el Ayuntamiento local. Maquillado y equilibrado su discurso, solo sirve para llenar los espacios aburridos de diarios y gacetillas, porque no se comprometen a nada. La epidemia de neumonía, la violencia criminal, la crisis económica, la falta de ingreso en decenas de miles de familias, no les importa; únicamente brincan y saltan por las migajas que les avienta el verdadero poder. Y sí, me refiero a esa “oposición domesticada” que baila al son que les toca, el nuevo flautista de Hamelin.
Para Maquiavelo “el poder es considerado como uno de los ámbitos de realización del espíritu humano, y la política es la expresión suprema de la existencia histórica, que involucra todos los aspectos de la vida”. Lo que hacen nuestros ediles, es una versión mezquina y ridícula, una parodia de tres centavos.
Revolcadero
La nota roja crece con el Covid19 y con la impunidad en las calles. El contagio de silencio e indiferencia de todos los miembros del Ayuntamiento de Celaya, va en aumento. No ven, no oyen, no escuchan. Están maquillados con harina del mismo costal.