Habla suave pero lleva un gran garrote” –Teddy Roosevelt.
Al tiempo que escribo, en Washington las hordas de seguidores de Trump tratan de impedir la elección de Joe Biden en el Congreso norteamericano. Los republicanos patalean y hacen disturbios porque Trump ordenó que lo hicieran. Sirve para mostrar lo bestia que es el presidente perdedor.
La elección está decidida. Todo el show de los radicales creará un mayor repudio al populista. Incluso podrían hacerle cargos después de que termine su mandato el 20 de enero. Primero por los impuestos que nunca pagó y luego por sedición. Nunca en nuestra memoria histórica habíamos visto a un presidente de Estados Unidos mandar al diablo a las instituciones. Desde la Guerra Civil nunca Estados Unidos había estado tan dividido.
En Georgia el Partido Demócrata gana dos escaños en el Senado que le dan mayoría. Eso pone el campo libre para que la nueva administración gire en 180 grados las políticas de Trump. En la economía, la relación con el mundo y en la lucha contra el cambio climático.
Como dicen los aficionados al béisbol, este es otro juego de pelota. De inmediato las empresas de energías limpias ascienden en los mercados y se prevé su crecimiento exponencial durante los próximos 4 años. Las celdas solares invadirán los tejados en Estados Unidos por los estímulos fiscales y hasta las petroleras destinarán buena parte de sus utilidades a desarrollos de energías renovables. No les queda de otra si quieren tener futuro.
Esos aerogeneradores que el presidente de México dijo lastimaban el paisaje en la Rumorosa de Baja California, van a poblar todo el mundo con sus hélices gigantes. La General Electric acaba de diseñar un generador tan grande como dos campos de fútbol americano, que puede alimentar a una población de 12 mil viviendas. Imagine que San Francisco del Rincón pudiera alimentar toda la zona urbana con un solo generador.
La transformación mundial con los acuerdos ambientales de París se acelera mientras en México Manuel Bartlett quiere cancelar el suministro eléctrico de los particulares que invirtieron en generación eólica y solar. Los deseos de gobernar como en el pasado, por decreto presidencial, toparon con la pared de la realidad del Siglo 21.
Si la CFE para en seco la alimentación eléctrica contratada, las demandas internacionales surtirán el mismo efecto que el pleito generado por los ductos de gas. Imposible creer que el gran apagón de hace unos días fuera culpa de un exceso de suministro de los generadores de viento y de sol. Ese es un problema técnico que la CFE convierte en un tema político de nacionalismo trasnochado.
Cuando México era un país cerrado los presidentes podían expropiar la banca, cerrar las fronteras o decretar lo que se les viniera en gana. Gobernar a decretazos rompería todo. Un ejemplo muy sencillo: López Obrador “decreta” que no haya más tercerización (outsourcing) en el Gobierno. Las dependencias, desde el Ejército hasta el Seguro Social o la Secretaría de Hacienda, no pueden cumplir. Se quedarían sin afanadores, vigilantes o técnicos en informática. Crear en unos meses las plazas para organizar todo lo que el Gobierno contrata por fuera es una locura más.
Parar en seco las energías alternas rompería el T-MEC. Si eso sucediera, veríamos nuestras fronteras cerradas, ya no a los paisanos sino a las mercancías que exportamos a Estados Unidos y Canadá. La economía sufriría un colapso, aún más brutal del que hoy tenemos. Sería un suicidio para la actual administración.(Continuará)