Como en el viejo cuento del Lobo y los Tres Cerditos, hay sectores de la sociedad que no creen, no entienden o son pura ignorancia indolente. No importa el nivel socioeconómico ni la escolaridad. Es increíble que a estas alturas de la pandemia, las autoridades permitan fiestas de jóvenes sin cubrebocas en un ambiente cerrado lleno de sudor y exhalaciones de euforia vespertina.
Los jóvenes se sienten tan fuertes como el cerdito que armó su casa con paja. Lo que ignoran es que todos podemos ser portadores de COVID-19 sin sentir la menor molestia y pueden fastidiarle la vida a alguien mayor o con diabetes e hipertensión. Muchos de los fallecidos deben su mala fortuna al contagio de un familiar joven quien nunca supo que traía al lobo en la saliva.
Para construir una barrera contra la pandemia necesitamos una casa de ladrillo y doble tapabocas. La metáfora viene “como anillo al dedo” a los gobernantes irresponsables que nunca creyeron que existía el lobo, cuando lo vieron pensaron que sería un perro chihuahueño y a la hora de su ataque verdadero, ni siquiera una casa de campaña habían construido.
Pongamos el ejemplo de Trump y Biden. El ex presidente siempre minimizó la potencia del bicho. Una y otra vez dejó que cada estado se las arreglara como pudiera. Su ejemplo al no llevar cubrebocas fue una insensatez. Decía Trump hace un año, “el virus se irá con el verano”. Luego inventó remedios y recomendó tomar medicina contra la malaria. El resultado fue terrible para Estados Unidos y además le costó la elección.
Joe Biden dice que lo peor está por venir, que no alcanzarán la inmunidad de rebaño sino hasta septiembre si todo va bien. El Dr. Anthony Fauci, en armonía con Biden afirma que ya salieron otros lobos mutantes, más tercos. Vienen de Inglaterra, Brasil y África, que son manada y soplan fuerte de verdad. Recomienda usar doble paño o un cubrebocas N95, por lo menos. Biden no aparece sin cubrirse y ordena que en todas las oficinas públicas se use cubrebocas.
Prepárense para lo peor y esperemos lo mejor. Un mensaje sencillo para que nadie baje la guardia, para que nadie siga pensando que el lobo COVID-19 es un itzcuintli que se irá pronto con la primavera o el verano.
Aquí sucedió lo mismo que en Estados Unidos, pero no hay cambio. López Obrador sigue descubierto a pesar de haber sido infectado ya. La narrativa de “todo va mejor” permanece desde hace un año y el Dr. López-Gatell sigue con su interminable rollo y sus funestas cifras que revelan todos sus errores.
Los países que construyeron sus barreras a tiempo y controlaron la epidemia fueron el equivalente al cerdito prevenido. Nueva Zelanda, Taiwán, Singapur, Australia y Vietnam tomaron en serio la amenaza y salvaron cientos de miles de vidas. Usaron la tecnología de internet en los móviles para el rastreo y ubicar a los infectados; surtieron millones de pruebas para aislar a los enfermos asintomáticos. Con eso y un ejército de voluntarios que seguían, uno por uno a los transmisores potenciales, lograron lo que no pudieron hacer las naciones ricas de Europa o las ignorantes de América.
El lobo anda suelto, hambriento y feroz, no le abra la puerta, su boca, sus ojos o sus manos. Use cubrebocas doble y consiga que, como en el cuento, cuando el lobo entre a su casa por la chimenea, quede incinerado en un perol desinfectante.