El juego no se acaba hasta que se acaba”. –Yogi Berra

El riesgo de abrir al público el Estadio León es enorme por más que limiten al 30% el cupo. La arquitectura antigua del edificio cuenta con entradas y salidas apretadas donde resulta imposible guardar la sana distancia y la dispersión de aerosoles al respirar, qué decir al gritar ¡Vamos León!

Un ejemplo sencillo de contagio se da en el saludo. Para evitar la probabilidad de contagio los aficionados tendrían que estar a 2 metros de distancia y no saludar, ni siquiera con cubrebocas. ¿Se puede imaginar que los 7 mil espectadores guarden silencio y ni al menos digan ¡hola!? ¿O que callaran si su equipo mete un gol y sólo usaran las manos para aplaudir?

Un compañero de trabajo que logró vacunarse en San Luis de la Paz con la marca AstraZeneca está preocupado porque en Europa prohibieron su uso. Investigan si algunas muertes por coágulos sanguíneos fueron provocadas después de la inoculación. Los europeos exageran. En Inglaterra llevan 24 millones de personas vacunadas con al menos una dosis sin mayores fallecimientos. Aquí no sabemos de ese problema, por eso hay que acercarnos a los números, a las probabilidades de morir después de ir a ver al León y las de fallecer con la aplicación de la AstraZeneca. 

Según expertos de la UNAM, la posibilidad de morir de un coágulo después de la vacunación es de una en 300 mil. En cambio ir al estadio podría provocar un fallecimiento entre cada mil. Los aficionados que fueron al juego tendrían 300 veces más posibilidades de fallecer que los adultos mayores en espera de su segunda inyección. 

Vemos que en Estados Unidos aplanan de verdad la curva pero en Europa llega una tercer ola. Están espantados porque pueden regresar al inicio de la epidemia, cuando tuvieron que refugiarse encerrados en sus casas para evitar lo peor. Con todo y que la vacunación avanza mucho más rápido que en México, Francia, Alemania, Italia y España no pueden reducir los contagios y los fallecimientos. 

Si no tomamos en serio la amenaza, si le jugamos al vivo abriendo estadios, nos puede suceder lo mismo (remember Viva Latino). El problema es la ignorancia porque literalmente no vemos el virus. Su reproducción es geométrica y nadie está a salvo a menos que esté vacunado. León, Irapuato y muchas localidades del estado viven segregados de la salud pública. Discriminados y sin vacunas por la Federación por razones que no comprendemos. La autoridad local evade su responsabilidad y arriesga el pellejo de fanáticos incautos que no saben lo que arriesgan al ir al juego. 

Como dijera el sabio beisbolista Yogi Berra, “esto no se acaba hasta que se acaba”. La pandemia no terminará hasta que tengamos inmunidad comunitaria y para eso faltan al menos 150 millones de vacunas aplicadas a la población adulta del país. 

Viene la Semana Santa y Pascua. Con estas vacaciones nos ponemos a temblar. El primer brote en la segunda ola fue con el Buen Fin y luego con las fiestas decembrinas hasta llegar al pico de infecciones en los festejos de los Reyes Magos. 

Después de dos meses bajó en casi dos tercios la curva de infecciones y la de fallecimientos. Abrir de nuevo la puerta al virus sería la estupidez más grande después de un año de sufrimiento, penas y agonía para miles de familias guanajuatenses. Atiendan a la ciencia y no a la política de PAN y Circo. 

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