La tercera ola de la epidemia puede llegar pronto al país porque no la vemos o no queremos verla. En Brasil, Francia y los países del este europeo regresa el COVID-19 con sus nuevas variantes. El virus corre más rápido que la lenta vacunación.
Si lo que pronostica la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyver es correcto, al finalizar abril tendremos un brote como el que hoy sufren los brasileños. En Francia los doctores manifiestan su angustia porque, al ritmo que crece de nuevo la epidemia, pronto tendrán que decidir entre enfermos que tengan oportunidad de vivir y quienes tendrán que regresar a su casa a morir. Así de grave.
En Occidente las sociedades se comportaron como los niños de un estudio realizado en la universidad de Stanford hace algunos años. A un grupo de niños de kinder les dieron un malvavisco y les dijeron que, si esperaban 15 minutos sin comerlo, les darían otro. Algunos no resistieron la prueba y se comieron el dulce de inmediato. Otros, hicieron un gran esfuerzo para resistir la tentación.
Los niños se convirtieron en adultos y el estudio siguió. Quienes resistieron y esperaron por la segunda golosina, tuvieron un destino mejor de quienes no aguantaron. La vida tiene la enseñanza de que la disciplina, el ahorro y la laboriosidad rinden frutos con el tiempo. No es una ley universal pero en la estadística el “efecto malvavisco” aparece en todas las sociedades.
Cuando vemos en México los aeropuertos y las carreteras saturadas de viajeros por la Semana Santa, sabemos que somos una sociedad más que infantil. Los gobiernos prefieren no enfrentar la realidad. Hay que comerse la golosina de la libertad y no esperar a que la guerra termine.
Hay personas tan ignorantes que sacan fetiches como un “detente” para salvarse de la infección. Sin vacunas suficientes y mal administradas, esperamos que la realidad cambie por arte de magia. Queremos un milagro que no sucederá. El jefe de la lucha anti COVID, Hugo López-Gatell, riñe con los medios porque jamás aceptará cambiar su fallida estrategia. Candidatos como Félix Salgado Macedonio hacen mítines para protestar y a todos los candidatos les vale la salud pública porque no son verdaderos líderes.
La guerra no termina y con sus efectos habrá miles de muertes más; la economía no levantará el vuelo. Podemos terminar con medio millón de fallecidos y un sistema de salud pública en ruinas. Qué decir de la resaca educativa. Las familias lloran a gritos para que las escuelas reabran, sin saber que el problema es la falta de determinación política de mantener en rojo todos los semáforos del país durante más tiempo.
En Oriente los países se comportaron como los niños que esperaron con paciencia la segunda golosina. Primero porque los gobiernos impusieron cuarentenas forzosas y los ciudadanos, disciplinados, siguieron las indicaciones al pie de la letra. China resurge por la férrea disciplina impuesta. Taiwán, Vietnam, Singapur, Japón, Corea del Sur son ejemplo de que esperar rinde frutos. En Nueva Zelanda y Australia sabían el riesgo por anteriores epidemias y pusieron el cerrojo desde el principio.
A nosotros nos queda esperar que un tsunami de virus no destroce nuestras ilusiones.