El Metro de la CDMX tal vez sea una buena metáfora. Un tren llamado México va a toda velocidad hacia ninguna parte, descontrolado y sin vías seguras. Todos vamos arriba mientras unos no saben el destino fatal y quienes lo avizoran, no son aún suficientes para revertirlo.
Las malas administraciones no sólo causan pobreza y estancamiento: pueden producir hambrunas, enfermedades y criminalidad. La ineptitud al tiempo puede generar lo peor: desasosiego social y enfrentamientos entre los mexicanos. Todo a partir de una mala conducción.
Cuando necesitamos producir más que nunca hay un desprecio por las empresas y sus líderes; cuando urge fortalecer las instituciones y nuestra democracia, quiere prevalecer una sola voz acompañada de un corifeo de zalameros. La estructura y el andamiaje que nos permite convivir en paz, cruje, vibra y se tambalea. Como en las trabes y columnas del Metro, si no hacemos caso a esos ruidos sociales, si no atendemos las verdaderas necesidades de la Nación, puede darse un descarrilamiento de consecuencias inimaginables.
El primer ruido estructural es la recesión de la que aún no salimos con la falta de empleo que conlleva. La segunda vibración es la salud pública desgastada como nunca por la tensión y el estrés que produjo la pandemia. Un tercer problema que afecta en este principio de año es la inflación, con la pérdida del poder adquisitivo que reduce lo básico en las mesas de las familias.
El pilar de toda sociedad es la paz pública, y según el Gobierno norteamericano, en el país una tercera parte del territorio vive sin ley y en manos de grupos delincuenciales. En Guanajuato sufrimos y vivimos el terror cotidiano de la mayor criminalidad de nuestra historia, sin que existan visos de mejora. Pero lo mismo sucede en Jalisco y Michoacán.
Hay miedo porque no sabemos si el convoy en el que vamos podrá seguir adelante o fatalmente va a tronar y descarrilar como la Línea 12 del Metro. Nuestras estructuras están soportadas por las instituciones, esas que se dinamitan desde el Gobierno. Primero destruyeron el ánimo de emprender, luego cambiaron el sentido de las vías derribando obras altamente productivas como Texcoco o la cervecera en Mexicali y finalizan tirando el combustible del desarrollo en obras improductivas.
La tragedia del Metro puede cambiar de nuevo la dirección del país en la votación del 6 de junio. Si Morena apenas arañaba el 40% de la intención de voto, podría caer al 35%, y aún con sus satélites, no llegar a la mayoría que tuvo durante el primer trienio. La resonancia del evento llamado “cisne negro” por el periodista Raymundo Riva Palacio, puede crear una sensación de inestabilidad a lo largo del país y voltear la intención de voto como sucedió en España después del atentado terrorista en la estación de tren de Atocha.
Digo tal vez porque en lo que falta de mayo aún pueden suceder muchas cosas más si surge otro “cisne negro” o arrecia la guerra interna en el convoy de Morena. Nada más un tercio de la población está contenta con la forma de gobernar desde la mañanera. Los jóvenes abandonan a Morena por millones. Junio 6 será un punto de inflexión, el cambio de ruta necesario para volver a la democracia y el crecimiento.