F”, una joven agente de la Policía de Investigación, de 28 años de edad, recibió la encomienda de abordar aquel taxi. Caía la noche en la zona de Tlalpan. “Voy a la colonia El Arenal”, le dijo al chofer.
El taxi, de los llamados “tolerados”, se puso en marcha. Elementos de la fiscalía de feminicidios comenzaron a seguirlo. Otro grupo de agentes aguardaba en la esquina a la que el vehículo iba a ser dirigido por “F“: una ratonera con pocas salidas.
Llevaban semanas buscando a un sujeto con las características del chofer: moreno, delgado, entrecano, con bigote en herradura, de entre 40 y 45 años. Tenían también una descripción somera del auto en el que circulaba.
El 1 de noviembre de 2020 en un paraje boscoso de Camino a Xicalco, Tlalpan, apareció el cuerpo ultrajado y mutilado, acuchillado con arma blanca, de una mujer de aproximadamente 39 años. Permaneció en calidad de desconocida durante cinco días, hasta que su familia la identificó.
La víctima había salido de su casa el 30 de octubre al caer la noche. Le dijo a su sobrina “que volvía en un rato”. La misma joven declaró que la mujer tenía una relación sentimental con un taxista de la zona, alguien que trabajaba en un taxi “tolerado”.
La Policía de Investigación revisó las cámaras de vigilancia cercana, interrogó a vecinos. Alguien dijo que había visto a la víctima afuera de una tienda y que un taxista había ido a recogerla.
En aquella zona boscosa habían aparecido cuatro cuerpos de mujeres mutiladas y asesinadas con arma blanca. La primera en 2016 en la colonia Santo Tomás Ajusco. La segunda en 2018 en la colonia Magdalena Petlacalco. La tercera en 2019, nuevamente en Santo Tomás Ajusco. Y ahora, muy cerca de las dos anteriores, en San Miguel Xicalco.
La saña de cada crimen había ido en aumento. La policía creía que si se trataba del mismo feminicida, este había ido perfeccionando la forma de evitar que las víctimas fueran reconocidas. Era un animal que andaba suelto.
A la Policía de Investigación le llevó semanas recorrer las bases de taxis de aquella zona. Hallaron a un hombre con bigote de herradura, moreno, entrecano, que tripulaba un taxi tolerado como el que les habían descrito.
Los agentes decidieron que lo mejor era que una mujer abordara el vehículo y lo alejara de la base. “F” fue la elegida.
Cuando la agente llegó al sitio, había cuatro o cinco vehículos haciendo fila delante del auto del sospechoso. “F” tuvo que hacer tiempo, se fingió ocupada en el teléfono mientras esperaba que los otros taxis fueran abordados.
“¿Cómo va el trabajo? ¿Está bueno o hay poca gente? Cómo le va con la pandemia”, le preguntó “F” a Arturo “N” cuando el taxi se puso en marcha.
“F” le contestó en tono cordial que todo iba mal, que él trabajaba de albañil y se quedó sin empleo por la epidemia. Que entonces metió su carro a la base de taxis.
“¿Y cómo está la inseguridad en la zona?”, le preguntó ella.
Arturo respondió que fea, que recientemente habían matado a cuchilladas a una mujer en Xicalco, y que hacía unos meses habían matado a otra, también a cuchilladas, “por Santo Tomás Ajusco”.
“Lo de la víctima de Santo Tomás Ajusco no había salido en los medios. Lo de las lesiones por arma blanca, nadie lo sabía”, relata “F”. “Confirmé que la pista era correcta”.
Lo detuvieron sobre la Picacho-Ajusco, muy cerca de la zona donde aparecieron los cuerpos.
Familiares de las primeras dos víctimas confirmaron que estas usaban el servicio de un taxista “que les cobraba más barato” y que iba a recogerlas a su trabajo.
El esposo de la tercera víctima confirmó también “que un taxista la llevaba y la traía”.
Hasta ahora, según los investigadores, el taxista es relacionado con cuatro carpetas de investigación: uno más en la galería de horrores de México.
@hdemauleon