La inflación no sólo se lleva parte del ingreso de los ciudadanos, también se come el ahorro y la capacidad de pago de las empresas. Es veneno que corroe a toda la economía y empobrece a la gente. Por eso el Banco de México tiene la responsabilidad de mantener la estabilidad de precios. 

La Constitución obliga la autonomía del Banco Central para que ningún gobernante imprima dinero sin sustento o para que no usen las reservas internacionales en el presupuesto. El Banco de México tiene 195 mil millones de dólares, cantidad acumulada por la disciplina monetaria. Es el colchón financiero que da estabilidad a la moneda e impide devaluaciones abruptas. Es el cimiento de nuestra economía.

Aún así la carestía creció 5.89% a tasa anual en mayo. La mayoría de los ahorradores no reciben siquiera ese interés anual. Ni siquiera en Cetes. Quienes ahorran pierden, más quienes guardan su dinero en efectivo. 

Cierto que los precios suben porque, después de la pandemia, no hay abasto de todo lo que producimos e importamos. La manija para frenar la inflación son las tasas de interés, pero si se elevan, baja el crecimiento. En Estados Unidos también los precios subieron en mayo el 5%  a tasa anual, la escalada más grande desde el 2008. El problema es que allá la tasa de los bonos del tesoro con vencimiento a 10 años, apenas paga el 1.5%.

Los países con muy mala administración como Venezuela y Argentina no pueden contener el alza de precios. En Venezuela el Bolívar se depreció tanto que ahora usan el dólar como referencia y en Argentina la fuga de capitales es permanente porque no encuentran piso en su moneda. Hay más dinero de argentinos en el extranjero que en su país. Las dos tragedias producto de gobiernos populistas. 

Cuando Cristina Kirchner quiso dar gusto a todos imprimiendo dinero, la inflación se desató. Como su gobierno no quería decir la verdad, desapareció la medición del aumento en los precios. Cerró los ojos ante la realidad, crearon datos falsos y destruyeron la estabilidad económica.

En Venezuela fue peor. Nicolás Maduro emitió tanta moneda que la inflación llegó a ser de un millón por ciento al año. En ese país populista la gasolina era subsidiada y el litro costaba unos cuantos centavos. Llegó un momento en que servían el combustible a cambio de una propina porque, con el precio fijo y subsidiado, llenar el tanque valía menos de un dólar y administrar el montón de bolívares resultaba más caro. 

La erosión de los salarios por la inflación en Venezuela mandó a la pobreza al 80% de la población. El resultado fue la emigración más grande de su historia. Seis millones de venezolanos tuvieron que salir de su país para poder alimentarse. De ser el país más rico de Latinoamérica y el que tiene más reservas petroleras en el mundo, ahora se compara sólo con Haití. 

Para Arturo Herrera, quien será nombrado Gobernador del Banco de México para 2022, la meta será la misma que tiene hoy Alejandro Díaz de León: reducir el aumento de la inflación  por debajo del 3 por ciento anual. Si corremos con suerte se podría lograr a finales de sexenio. Cualquier otra receta o intromisión del Poder Ejecutivo acabaría con la estabilidad que tanto nos ha costado lograr. Por el bien de México hay que combatir con todo la inflación, aunque nos cueste el crecimiento. 

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