El texto de Amazon en el Echo avisa. Para Enrique: La Conquista de México ha llegado. El mensajero no se distrajo en tocar, un paquete acojinado está en la puerta. Un libro y una nueva aventura de 896 páginas (incluídos documentos y fuentes)  anuncia un viaje a nuestro origen en compañía de su autor Hugh Thomas. 

Desde las primeras páginas con el prólogo de Enrique Krauze advierto una lectura veraniega deliciosa y amena. No es una asignatura obligatoria  de la escuela secundaria o la búsqueda de una verdad histórica que hoy debaten presuntos progresistas y conservadores. Gracias a la desorientada opinión de Marx Arriaga, será una buena inversión, una ganancia pura. Espero capitalizar en la recreación de Hernán Cortés, Moctezuma y demás personajes el conocimiento ausente y nebuloso que hoy tengo de nuestra historia. Lo más rentable para el espíritu. 

Según Krauze es “Una obra suprema y hasta ahora insuperada de conocimiento histórico. Un libro para todas las épocas”. Christopher Domíngez Michael de Letras Libres, opina que es& “Irresistible tanto para el lector erudito como para el público en general”. Los críticos literarios de la prensa norteamericana opinan que es &”Una lectura tan fascinante que cuesta creer que todo aquello realmente sucedió”. “Monumental”, dice Alfred MacAdam de Newsday. Por si fuera poco, el crítico del The New York Times, Christopher Lehmann-Haupt, dice que es “Una narración dramática y absorbente”. Listo. Con esas recomendaciones hay que echarse el chapuzón a ese mar de acontecimientos recuperados por un historiador inglés reconocido. 

Cuando leímos pasajes de la “La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo, obtuvimos la visión del conquistador. Por más objetivo que fuera Díaz del Castillo en su recolección de hechos, siempre los tejió con el asombro del descubridor directo, una especie de miopía que no deja ver con claridad lo que está cerca aunque se pueda tocar, no la del historiador que puede recuperar de muchas fuentes y a la distancia del tiempo otra muy verdadera narración. 

De las historias de Hernán Cortés se cuentan noches tristes y naves quemadas. Se suma la conquista de la Malinche como  pinceladas que recordamos desde la escuela. ¿Quién no ha tenido un desvío “malinchista” en su vida? 

Cortés quemó las naves para que sus soldados no tuvieran más remedio que enfrentar la batalla de la conquista. Si soñaban con el regreso y los barcos anclados listos, hubieran fracasado. El tabique de 880 gramos y letra en 10 puntos tiene que ser conquistado. No estoy dispuesto a quemar los libros enfilados en la lista de espera. Sé que la curiosidad hará su tarea y el placer de una buena lectura seducirá las horas silentes de la noche. 

Mientras preparo el abordaje recuerdo la solicitud oficial de México al Rey Felipe VI de España. “Queremos una disculpa de la Corona Española por el trato a los pueblos indígenas”, sugirieron desde  Palacio Nacional. Ese lugar de piedra eterna y hoy sede del poder Ejecutivo es  edificio central  de la fusión y trabajo de las dos razas. Su presencia habla de enormidades y contradice solicitudes peregrinas. Dentro del recinto habitan sucesores de la Conquista. Todos seríamos fantasmas inanimados como los que no existieron después del arribo de los vikingos o los orientales. El perdón resulta un número de un conjunto vacío.  Sin los españoles, no seríamos,  porque entonces también los tlaxcaltecas tendrían que pedir perdón por entregarse a los españoles en contra de los mexicas y facilitar la caída de la Gran Tenochtitlán. Sin los árabes en España tampoco seríamos y sin los romanos en Iberia estas letras en este idioma no existirían. 

En cambio creo que la siguiente conquista de México está por venir (será interna), incluso aunque no la vea nuestra generación. (Continuará).

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