Deseándoles que este año gocen de plena salud y bienestar, estimados lectores, inicio mi colaboración semanal con un tema que debe ser, a mi juicio, analizado a la luz de la salud pública con foco en la salud mental.

Me refiero a la proliferación de casinos personales, dispuestos en cada dispositivo tecnológico con acceso a internet, con gran difusión ahora en nuestro país,  donde “apostar” aparece ligado al “deporte”.

Con el permiso de la Secretaría de Gobernación las apuestas deportivas en México con los “casinos personales” como Netbet, Strendus, Betway, Codere, Ganabet, Play Uzu, Instabet, Caliente, entre muchos más, se reconoce que el territorio mexicano es, por mucho, el mercado de apuestas deportivas cuyo crecimiento es exponencial en América Larina, con una gran disponibilidad de “disciplinas deportivas y mercados” donde los mexicanos pueden apostar “libremente”.

A la pregunta ¿Por qué es bueno jugar? estos sitios responden que apostar en cualquier deporte brinda la posibilidad de obtener “elevadas ganancias” y muchos jugadores emplean sus estrategias de apuestas para “disfrutar de la experiencia” de juego y nada más.

Estimados lectores, Fiodor Dostoyevsky en su obra “El Jugador”, de 1866, describió con claridad meridiana que la respuesta a lo dicho por lo casinos es falsa: “¿Por qué el juego ha de ser peor que cualquier otro medio de procurarse dinero, como el comercio, por ejemplo? Es cierto que de cada cien hombres sólo gana uno. Pero a mí ¿qué más me da?” apuntando a la adicción.

En un país como el nuestro, donde ni siquiera se puede contabilizar de manera correcta el número de personas fallecidas por COVID-19, menos se puede tener información acerca de los daños que estos “casinos de bolsillo” causan en la salud mental, por ello cito datos actualizados de la Asociación Americana de Salud Pública.

Ejemplifican a Maryland, uno de los 52 estados de la Unión Americana, donde las apuestas deportivas explotaron en 2020, gracias a una nueva ley estatal que permitió una variedad de opciones de apuestas en persona y en línea en estadios deportivos, pistas de carreras de caballos, recintos feriales estatales y seis casinos, incluido uno en un barco fluvial. 

En un año determinado, aproximadamente el 2% de las personas en los Estados Unidos se involucran en comportamientos problemáticos con el juego, señalando los profesionales de la salud que la relación entre el juego y la salud pública es similar a su relación con el alcohol, son productos de consumo legal pero muy riesgosos, privatizando las ganancias y socializando las pérdidas.

Esto inició en 2018, cuando la Suprema Corte de Estados Unidos revocó una ley federal que prohibía a la mayoría de los estados legalizar las apuestas deportivas. Desde entonces todos los estados, salvo unos pocos, han considerado permitir la práctica. En menos de dos años, el número de estados con apuestas deportivas legales se aceleró de uno a 31, además del Distrito de Columbia.

Describen que muchas personas que viven donde los juegos de azar deportivos ahora son legales, están ansiosas por realizar apuestas. Una encuesta de septiembre de 2021 de la American Gaming Association encontró que un récord de 45.2 millones de estadounidenses planeaban apostar en el futbol profesional durante la temporada 2021-2022, un aumento del 36% con respecto a la temporada pasada. Casi 20 millones de adultos planearon hacer una apuesta en línea, un aumento del 73% desde 2020, encontró la encuesta.

Una preocupación es que las campañas publicitarias llamativas y de alto presupuesto de las compañías de juegos de apuestas ahora son más comunes y están dirigidas a los jóvenes, que desarrollan hasta el 7% un trastorno del juego, en comparación con el 1% de los adultos. 

Ellos están trabajando ahora para mostrar más hallazgos científicos en personas influyentes para promulgar cambios en las leyes y de políticas públicas, difíciles de verlas hechas una realidad cuando los estados ahora reciben al menos el 10% de sus ingresos generales de los juegos de azar (casinos personales) dentro del estado.

Concluyo enunciando que el trastorno de salud pública implica “un comportamiento de juego problemático repetido que causa problemas o angustia importantes”, y que se clasifica médicamente como una adicción requiriendo tratamientos especializados.

Aportaré al Congreso de la Unión elementos para abrir una discusión seria y basada en evidencias para analizar las leyes y políticas públicas en esta materia, que se vislumbra por analogía con lo ocurrido en los Estados Unidos, de gran trascendencia para nuestros jóvenes y el país.

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