Guanajuato ya sobrepasó el récord de infectados por COVID de hace un año, en enero del 2021. “Aun no hemos visto nada todavía, el Ómicron va a entrar con una gran fuerza, vamos a tener 15 días muy intensos”, advirtió el prestigiado infectólogo Alejandro Macías.
Mientras tanto, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, preocupado ante el nuevo incremento de contagios y hospitalizaciones, prohibió a todos los burócratas asistir a reuniones sociales o a cualquier tipo de celebraciones y pidió a los ciudadanos guardarse. Así las cosas, en el otro lado del mundo, el Primer ministro de Inglaterra Boris Johnson, se toma la amenaza de la pandemia muy en serio, asume su responsabilidad y pide disculpas por haber asistido a una fiesta, poniendo así en riesgo su salud y la de los demás ciudadanos.
En Guanajuato, especialistas en salud piden posponer la Feria de León, porque a todas luces es inapropiado abrirla en este momento, debido a la explosión de la cuarta ola de contagios y por la velocidad a la que se transmite el Ómicron. Aunque, todo mundo entiende la necesidad de reactivar la economía, sería absurdo pensar que lo conveniente es a través de eventos masivos, de gran movilidad e interacción como la Feria; es primero la salud y luego el esparcimiento. Es una falacia pensar que el Patronato pudiera garantizar protocolos seguros.
Imagine usted el palenque, cerrado como una olla exprés, abarrotado de miles de personas, cantando, hablando, bebiendo, aspirando y exhalando, densos humores de los desenfadados asistentes, durante horas sin la ventilación adecuada. Solo se necesita un poco de sentido común para comprender el fatal desenlace.
La especialista, María Eugenia Wong, dice que no se ha dimensionado el riesgo que significa los eventos masivos como la Feria de León; otros, como la especialista en cuidados intensivos, Livier Ortiz Coronado, que está en el campo de batalla tratando de salvar vidas, el microbiólogo José Álvarez Canales y el director del ISSSTE, entre otros, piden razonar y cancelar el evento de la Feria. Una humilde mujer del pueblo, entrevistada por los medios, declaró sin ambages con una lógica demoledora: “Nadie se muere por que no haya feria; sin embargo, muchos pueden morir por los contagios en la Feria”.
En el mundo, siempre han existido personas extraordinarias, apasionadas por la verdad, el bien y la libertad. Pero, según Nietzsche, el mayor protagonista de la Historia ha sido el deseo de poder, el impulso más potente que mueve al ser humano y que le introduce una gigantesca energía irracional. El problema del poder es que no todos lo soportan y está íntimamente relacionado a lo que los griegos llamaban el hybris, la locura de la afirmación y protagonismo del “yo.”
Y, en todo esto, es determinante el eco de los aduladores. Dice Plutarco que la adulación es sumamente peligrosa, porque se solo se practica frente al poder económico o político. Dice el filósofo: “&así, observamos que la adulación no acompaña a las personas pobres, anónimas o débiles, sino que es infortunio de los poderosos y, con frecuencia, destruye también sueños e instituciones&” ¡Vaya que urge en los palacios del poder la lectura de Plutarco!
Adulación y soberbia son un binomio inseparable. Existe un clásico, de Hans Christian Andersen, titulado: “El rey va desnudo”. Éste ilustra muy bien los estragos que causan, la soberbia y la frivolidad, en algunas personas cuando tienen riqueza o están en el poder. Esta fábula se ha mantenido viva a lo largo de los años por su carga simbólica, las metáforas y las obligadas reflexiones.
Y, la fábula dice así: Érase una vez, un rey cuya petulancia le exigía vestir mejor que nadie. Un día, oyó a dos supuestos sastres, unos aduladores, decir que le podían elaborar el mejor traje del mundo, con la tela más delicada jamás imaginada. Pero, le advirtieron que el supuesto traje tenía la peculiaridad de que solo lo podían ver las personas excelsas, los vulgares y tontos no podrían verlo; entonces, los avezados aduladores iniciaron simulando la confección del traje, pero en verdad no había traje alguno, solo alimentaban el ego del rey.
Éste, sintiéndose nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver el fabuloso traje o no, envió primero a dos de sus aduladores a verlo. Evidentemente, ninguno de los dos admitió que no lo veían, porque no querían hacerse notar como tontos y vulgares, y con elogios y ponderaciones exaltaron el diseño y la textura del traje. También, los ayudantes de alcoba se deshicieron en halagos y lisonjas para con el rey y hacían como que le ayudaban a ponerse el inexistente traje. Finalmente, su majestad salió al desfile, sin admitir por soberbio, que no se veía el traje, porque le habían dicho que los tontos no lo podían ver.
Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosa de que sus vecinos se dieran cuenta de su estupidez e ignorancia, hasta que un niño gritó sin cortapisas: ¡”El rey va desnudo”! Entonces, la gente también hizo lo suyo.
Una obviedad, una sincera exclamación expresada por los ciudadanos, puede ayudar a que el servidor público o el poderoso, corrija una mala decisión, antes de que el pueblo lo vea desnudo. Pero, según narra el cuento, el grito del niño no inquietó al rey, pues éste siguió desnudo, más altivo y soberbio que antes; y, desde luego, los ayudantes de alcoba siguieron sosteniéndole la cola del inexistente traje&
En entrevista con el periodista Arnoldo Cuellar, el Gobernador afirmó que: “Lo peor que nos puede pasar en el PAN es tener una oposición débil, poque nos gana la soberbia”. Tiene razón mi Gobernador, por desgracia en Guanajuato no existe la oposición, y en el caso de la Feria de León hay mucha frivolidad y arrogancia, que son agudas manifestaciones de la soberbia. Alguien está viendo el evento electoralmente, sin importarle la salud del pueblo: “Panen et circenses,” dice la vieja expresión latina.