Pasadas las elecciones intermedias, todos los nuevos actores de la política deberán de pasar de las palabras a los hechos, porque las promesas y compromisos deben de llevarlos a buen fin. Gentilmente, los ciudadanos les dispensaron los tradicionales cien días de gracia, para que los que llegaron al poder, de cualquier nivel, se aclimaten y empiecen a dar los resultados que prometieron. 

Los valores de los que están en el servicio público, deberán de ser un fiel espejo de los valores con los que se identifica la sociedad. León puede estar mejor, no existe una razón objetiva para que no pueda progresar y romper paradigmas, que en ocasiones atan y limitan. 

En León, urge un gobierno eficiente, que esté dispuesto y comprometido a resolver y tomar el liderazgo del H. Cabildo, de la burocracia y de la sociedad, para que pueda poner en marcha al Municipio, porque los indicadores económicos, delictivos y de bienestar son preocupantes. La Presidente debe de ganarse el liderazgo para ejercer el poder, porque se gobierna con otros y para todos. 

“Ale” llega a la Presidencia con un triunfo indiscutible en las urnas, lo cual le otorga plena legitimidad jurídica y social para gobernar. Tiene todo para hacer un buen gobierno, incluyendo la coordinación y armonía con el Gobernador, que será un aspecto determinante para avanzar. Si a la Alcaldesa le va bien, a los ciudadanos también.

Es condición sine qua non, para los servidores públicos, que los diferentes estratos sociales tengan una buena opinión de ellos, porque los gobiernos y la cosa pública, se sustentan en las buenas opiniones. León tiene muchas urgencias, atrasos y prioridades que atender; habrá una luna de miel, pero ésta se acaba y la opinión pública es un intangible, aunque medible, que se debe de cuidar como la quinta esencia del buen nombre y reputación del Gobierno. En la vida pública, los castillos de arena pueden derrumbarse en un abrir y cerrar de ojos y acabar así con los elogiosos conceptos del prestigio personal. 

¿Por dónde empezar?  Se podría iniciar por rehabilitar la política, la buena política, tan desacreditada y malbaratada que ya muy pocos creen en ella, las decepciones padecidas por los ciudadanos han llevado al escepticismo. 

Es urgente reconstruir y nutrir la reputación de la clase política. Existe una gran desconfianza hacia los políticos y una actitud refractaria de la sociedad hacia las instancias políticas, que cada vez acumulan mayor desprestigio. Por lo tanto, en esta densa atmósfera que se respira, labrarse o tener una buena reputación es un imperativo ético para poder gobernar y avanzar. 

Pero, ¿qué es este concepto tan importante de “la opinión pública”, que debe de tener prioridad y exige cuidado por parte de los que están y los que aspiran a estar?  El concepto no es de reciente cuño, Maquiavelo,  en su tratado “El príncipe,” desarrolla las ideas básicas de la comunicación política entre gobernantes y gobernados, teniendo como eje la opinión popular. Sócrates sostenía que, “si quieres gozar de una opinión reputada, preocúpate en ser lo que aparentes ser”. En la actualidad, el politólogo Giovanni Sartori define “la opinión crítica y la pública” como: “Instituciones de la democracia”.

Poner oídos sordos a la opinión pública es de alto riesgo para el gobernante, debido a que los gobernados, ante la evidencia del desprecio a su opinión, se sienten ofendidos, molestos y decepcionados y recurren a la única defensa que les queda: La murmuración y la crítica que desnuda al insensible gobernante. 

Esta práctica se convierte en un mecanismo de sanción de los ciudadanos contra los que gobiernan sin escuchar, ante la impotencia de sentirse ignorados y menospreciados y de no poder lograr poner un freno a los excesos e ineficiencias. De cualquier manera, el rumor es una forma de opinión pública que, despreciada, por no ser escuchada, toma vigencia cuando no existe el dialogo. 

Cada leonés tiene su propia voz pública, en cada leonés hay mucho valor, en cada leonés hay un gran deseo de mejorar y progresar, en cada leonés hay un éxito en potencia. “Como Gobernador, tengo mayor obligación de escuchar que de hablar,” decía Juan Carlos Romero Hicks. El líder que escucha genera confianza; por lo tanto, y a partir de esa virtud, “Ale” podría ser un vaso comunicante   entre los diferentes actores sociales, alguien capaz de conectar a las personas, una líder carismática que transmita optimismo en la vida comunitaria. 

Gobernar no significa solamente mandar; y&, qué tal si “Ale”, además de ejercer la autoridad con liderazgo carismático, influye en los ciudadanos para que la sigan y acompañen, de tal manera que logre activar la energía de la sociedad para avanzar y transformar. En fin, el eje de un buen gobierno es saber escuchar a la opinión pública, porque ésta es de tal importancia como el plumaje que reviste al ave que cruza el pantano y no se mancha. 

Hesíodo advirtió del error de desestimar la opinión del pueblo y la buena reputación: “Hacerse de una mala reputación es una carga, ligera de levantar, pesada de llevar y difícil de descargar”.

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