Francamente, hay gente que quisiera ver muerto al presidente López Obrador. Es ingenuo pensar, dado el ambiente de polarización extrema que se respira cada día en la palestra nacional, en un escenario de buenas conciencias entre la clase política, e inclusive entre ciudadanos ultra politizados.

Para colmo, tampoco somos un país de paz, todos los días nos enteramos de atrocidades que se cometen en la guerra que libran decenas de grupos armados en el país y que ponen en constante riesgo las giras del presidente López Obrador que insiste en mantener relativamente baja su seguridad personal.

Descartando un atentado arrebujado de escenarios catastróficos, las enfermedades del presidente no son un asunto venial. López Obrador es un hombre con padecimientos serios de salud, con antecedentes de infarto y que vive con una hipertensión controlada, pero sujeta al estrés que el dinamismo de su investidura exige. Él mismo ha hablado de su condición en varias ocasiones, pero algo habrá pasado el fin de semana que el mandatario decidió poner sobre la mesa su “testamento político”.

Nuestro presidente es un populista casi de manual, no debería extrañarnos que el mentado testamento político exista, sino más bien preocuparnos del alcance que éste tuviera en el hipotético, y no deseable, caso de su fallecimiento.

El artículo 84 de la Constitución es claro: si López Obrador fallece, dado que estamos en el supuesto de los últimos cuatro años de su gobierno, el secretario de Gobernación sería, ipso facto, el presidente interino en lo que el Congreso decide, mediante voto libre y secreto, por mayoría absoluta, quién concluirá su periodo.

Quienes han minimizado el testamento de López Obrador deberían tomar en cuenta que hoy la 4T posee la mayoría absoluta en el Congreso, que no la calificada, y que se antojaría muy real la posibilidad de que los soldados legisladores del movimiento de transformación del presidente votaran acorde con sus deseos.

¿Será que López Obrador ha designado a su posible sucesor o sucesora?, ¿quién es?, ¿Marcelo Ebrard?, ¿Adán Augusto López?, ¿Claudia Sheinbaum?, ¿Beatriz Gutiérrez Müller?, ¿o será que en el testamento el presidente deja libre la elección a sus soldados?

El testamento político sería anecdótico si el Congreso de la Unión no contase con la mayoría de la Cuarta Transformación en su composición, pero no es el caso.

El testamento político de López Obrador tendría un poder real, el presidente lo sabe bien, como también sabe que aun desde el más allá su influencia permanecerá durante varios años.

¿Quién sería el elegido o elegida para continuar el lopezobradorismo?

 

De colofón

 

Ahora que la OMS recomienda la vacunación anti COVID para niños de 5 a 11 años, ¿cuál será el pretexto de Hugo López-Gatell?

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