Así como he defendido en este espacio la necesidad de un modelo de desarrollo alternativo para nuestro querido País, -donde quepamos todos y no solo los hombres del dinero-, también como algunos mexicanos, discrepo de los excesos de AMLO en su afán diario, de ser él, el protagonista, el reconocido por la historia como el generoso hombre del cambio, el líder que trasciende la muerte y el que conduce a los “buenos”, el pueblo, en su lucha permanente contra los “malos”, los “fifís” y los conservadores.
AMLO, el patriarca, quien diseñó a este País, como el “de un solo hombre”, insiste necio en ser él, el recordado y así trascender. Considero que el “ser recordado como un buen Presidente” será el fruto de una vida de servicio a los demás y de congruencia con los ideales y eso, es lo que busca hacer AMLO. Estoy seguro, que de ofrecer buenos resultados, lograría al término de su sexenio, su paso a la historia. Es más, el entregar 30 millones de apoyos a los más pobres, lo asegura, más allá de los concretos datos duros de la necia realidad.
Pero esta semana nos sorprendió a muchos con el anuncio de su “testamento político”. Somos frágiles ante la realidad de la muerte, es cierto. Ni AMLO se salva de ello, aunque quisiera ser inmortal. No sé si por el haber pasado por un infarto o por ser una estrategia política, lo cierto es que al hacer difusión de la existencia de su “testamento político”, él sucumbe a la tentación del Patriarca: dejar sucesor y dejar trazada una línea, la suya, para el futuro, en ese intento que tenemos los humanos de no morir, como el sexenio que ya se le escurre entre los dedos.
La verdad es que la Constitución en su Artículo 84, es clara en cuanto a los mecanismos para la sucesión presidencial y no deja lugar a “testamentos”, que, en todo caso, se restringe al mundo de la política y de la vida personal. La tentación de escribir autobiografías, de pronunciarse sobre el legado público, el manifestar preferencias sobre su sucesora, son en todo caso, las fragilidades del humano para no dejar de ser recordado.
En su reciente libro, “Por una democracia progresista” Cuauhtémoc Cárdenas, así como defiende decisiones soberanas de AMLO que fortalecen la economía del País, también critica directamente el esquema político que hace girar las decisiones nacionales alrededor del talante del presidente AMLO, de su humor, de sus rencores y prejuicios. Y señala lo que, lamentablemente, la falta de resultados en un País, solo refleja alta popularidad pero que, en sus indicadores de muertes, salud y economía recesiva, tiene la misma inercia que en el pasado.
Considero que ni los camaradas más serenos ubicados en el lado de la 4T, podrán dejar de aceptar que, al lanzar estos días su testamento político, AMLO reafirma el concepto que él tiene de sí mismo y que quiere para el País: “solo yo decido, aún más allá de mi muerte”.
Los movimientos y proyectos de izquierda en América Latina han logrado aciertos, pero también, cometido errores y entre éstos, está el caudillismo, que elimina la posibilidad de formar liderazgos alternativos frente a la inevitable muerte del patriarca. Chávez en Venezuela frente a ello tuvo que nombrar a Maduro; Ortega en Nicaragua puso a su esposa en la Vice Presidencia; Perón dejó a su Evita en Argentina y ello evitó que el movimiento popular tuviera alternativas abiertas para la sucesión.
El “mandato revocatorio” es una estrategia necesaria para la vida democrática, aun cuando mandatarios como AMLO gocen de altísima popularidad, para que el mecanismo sea parte de nuestra convivencia. Complejo y caro por hacerse presencial y no por voto electrónico, pero es indispensable el hacerlo por medio del INE, aunque la votación vaya a ser muy reducida (entre el 15 y el 20% del padrón) y abrumadoramente sea ganado por el Presidente (entre 75 y 85% según proyecciones). Estoy seguro que el presidente AMLO tendrá un lugar en la historia, por el solo hecho de haber tenido el acierto de entender al pueblo y hablar su idioma. La imagen que ha proyectado, es la de un político austero y que retrata de cuerpo entero al mexicano común y corriente, lejos de las frivolidades que vimos en priistas y panistas. Eso le bastaría y no un “testamento político” fruto de sus egos.