Quienes conocen desde hace años a Mario Delgado consideran que, desde que se convirtió en un representante de la llamada Cuarta Transformación, ha sufrido una transformación de cuarta.
Y es que, en su esfuerzo por mimetizarse con los grupos más recalcitrantes de su partido, se ha dedicado a golpear al INE, defender la indefendible reforma energética y abrazar hasta las causas más absurdas del gobierno federal.
De ser un técnico moderado de izquierda ahora se ha convertido en una copia de Gerardo Fernández Noroña, pero con licenciatura en Economía en el ITAM y, quizás lo peor, es que mientras sus antiguos amigos ya no lo reconocen, sus nuevos aliados nomás no le creen que se haya vuelto radical y lo tachan de impostor. ¡Doble ouch!
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Dicen que a Roberto Gil Zuarth ya le apodan “El Gato” por aquello de que tiene nueve vidas y, sin importar las maromas que pegue, siempre cae parado. En el gobierno del panista Felipe Calderón, trabajó como acomedido secretario particular y operador político del Presidente.
En el gobierno del priista Enrique Peña Nieto, se convirtió en el mandadero favorito de Los Pinos en el Congreso, mientras ocupaba un escaño en el Senado.
Y ahora, en los tiempos de Morena, es un cercano asesor del gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, específicamente como estratega en el tema del intento de despojo en la Universidad de las Américas Puebla.
Dice la RAE que acomodadizo es la palabra que se usa para describir a quien “a todo se aviene fácilmente” y, si hubiera una versión ilustrada de su Diccionario de la Lengua Española, bien podrían usar en esa entrada ¡una foto de Gil Zuarth!
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A ver, a ver… ¿cómo le hizo el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, para grabar el video en el que se le ve subir al Metro de la CDMX para preguntarle al “pueblo” qué opina de los consejeros del INE?
Porque es bien sabido que está prohibido hacer grabaciones audiovisuales en ese sistema de transporte y que los policías que lo custodian siempre han sido muy celosos de su deber cuando alguien saca una cámara y se pone a grabar, pues siempre exigen mostrar un permiso por escrito.
En contraste, el legislador morenista fue grabado en un recorrido desde la entrada de la estación, la taquilla, los andenes y hasta adentro de un convoy y ni quien le dijera algo.
Una de dos: o pidió permiso con 15 días de anticipación, como lo marca el trámite oficial en el Metro, y entonces el video resultó no ser tan “espontáneo” o violó flagrantemente las reglas de ese sistema de transporte y tuvo muuucha suerte de que nadie lo viera.