Doña Alejandra, nuestra Presidenta Municipal, expresó, a propósito de algunos comentarios reflexivos, o si se quiere decir opuestos, a que se construya un hospital para mascotas que “no se vale nomás quejarse”.. Fue, así parece, una especie de convocatoria para que los ciudadanos@ participemos en el ejercicio democrático que ya está en marcha y mediante el cual se definieron y definirán en el futuro programas de acción en nuestra comunidad.
Los sufragantes por mayoría dijeron sí a esa obra en el avance democrático que, por cierto, tiene qué madurar.
Se advierte que la idea de proteger los animalitos, ya caminaba desde antes de la votación. Bullía en la mente de la Edil. Y si la mayoría que fue a las urnas coincidió con ella,”miel sobre hojuelas”.
Sin embargo, hay la urgencia de entenderlo, la pluralidad y la acción deliberativa no se puede agotar en un momento. Su ser natural es permanente o sea que opinar, indagar y hasta corregir ciertas acciones o acuerdos es parte de la democracia.
Ahora bien y conviene precisar que la queja, entendida en su simplismo, tiene un sentido que no debe despreciarse. Veámoslo sin presunción analítica: Tobi, el perro que durante años vivió y hasta se puede decir que convivió con mi familia, se quejaba cuando oía sonar las campanas de la parroquia. Dijo el experto que lo adiestró, que los animales y sobre todo los perros, tienen un oído muy fino, por lo que se quejan principalmente con la cohetería.Cuando ese nuestro can murió dos de mis nietos le llevaron flores y hasta le rezamos. Pura inocencia, si se quiere entender así.
Se quejan también otros seres vivientes: los vegetales. Si no se les pone su agüita y algo de nutrientes, se entristecen, secan sus hojas y doblan las ramas hasta perecer.Nos están diciendo que los atendamos. Su “lenguaje”, es propio y natural. Nosotros lo intuimos y entendemos. En ocasiones ponemos indiferencia de por medio, pero, ese es otro cantar.Es preciso recordar ahora que en Japón me quedé meditativo al observar que caídas las flores de los cerezos, ramas árboles completos eran vendadas con tiras de papel especial.
Se quejan los niños@ cuando tienen sueño, hambre o reclaman cambio de pañal. Se queja el que vive en prisión, por el delito que sea y es amenazado por un rufián que domina el área o la celda. Lo extorsiona y hasta amenaza, le vende un cigarrillo a muy alto costo. Y a quien es llevado, con su familia a un predio irregular le advierten que si denuncia, así le irá. ¿Podrá hacer algo más que emitir una queja de vez en cuando?.
El enfermo que tiene urgencia de atención médica y no cuenta con recursos, quien no tiene tortillas para sus hijos, la mujer del servicio doméstico a quien no le dejan tomar nada de alimento de la casa en donde sirve; que tiene que llevar sus propias tortillas si quiere comerse un taco. A muchos no les queda más que la queja. Su denuncia o acción revindicatoria, puede traer el aniquilamiento.La queja de ellos y ellas debemos entenderla y actuar.
Es pertinente, pues la acción y hasta la protesta; pero igualmente urge darnos cuenta que esa queja, a veces silenciosa, representa una llamada de atención para que veamos hacia donde la explotación, el abuso y la vileza, se ensañan contra seres indefensos.
Ejercer los derechos sí, manifestarse en las urnas cuando es el momento, pero cuidarse de no caer en la manipulación o sea de ejercer un voto inducido o por conveniencia personal más que social.
Gracias, señora Presidenta, por ayudarnos a razonar.
NOTA MARGINAL: ¿Qué les queda, a los que reclaman justicia ante SAPAL, aparte de protestar, litigar y quejarse?. Es pregunta incómoda.