Cuando estamos en medio de contagios de las variantes más fuertes de coronavirus; cuando estamos sumidos en una crisis económica que nos pega en el bolsillo, nos olvidamos de otra crisis que pone en riesgo la paz mundial: Ucrania.
La tensión política internacional pende del delgado hilo que representa la decisión de Vladimir Putin para invadir a gran escala a este País, que por décadas ha estado sumido en conflictos con resultado de unos 14 mil muertos y millón y medio de desplazados en los últimos años.
Estados Unidos y la OTAN le han advertido a Rusia que no invada porque de lo contrario se atiene a las consecuencias. Rusia tiene apostadas fuerzas bélicas frente a Ucrania y la OTAN ya tiene listo un ejército multinacional para responder de inmediato.
Sin embargo, nos lo dicen los expertos en el tema, los enfrentamientos son pan de todos los días por la presencia de grupos separatistas pro-rusos a los que combate el Gobierno ucraniano. Los primeros tienen armas rusas y el Estado tiene armas que le han enviado EU y países europeos.
Todos los conflictos de este tipo tienen un porqué relacionado con intereses económicos, políticos y de estrategia bélica. Ucrania se independizó luego de la caída de la URSS, pero en todo momento ha sido presa del deseo de reincorporación rusa.
Ucrania tiene al oriente a Rusia, al occidente a Europa y frente a ella a la península de Crimea que precisamente en 2014 fue tomada por Rusia, y es aquí donde estableció su principal y más poderosa base naval.
Por el territorio ucraniano pasa un enorme gasoducto ruso hacia Alemania y de ahí se surte a países europeos. Por este uso de subsuelo Ucrania recibe una paga millonaria, la cual se ahorraría Rusia si se adueña de Ucrania.
Por eso, desde todos los puntos de vista, Ucrania es una región estratégica también para Europa y Estados Unidos y cuya crisis no parece tener una solución inmediata. Este conflicto afecta al sistema nervioso de la economía mundial y lo hemos visto en la bolsa de valores.
¿En qué nos va o nos viene el asunto de Ucrania a los mexicanos? Uno, que nadie desea una tercera guerra mundial. Dos, que hipotéticamente de iniciarse un conflicto, nuestro Gobierno de “izquierda progresista” ¿con quién se va? ¿con melón o con sandía? Melón es Estados Unidos, sandía es Rusia.
Creo que esto no es una fábula, es una historia real, pero sí hay una moraleja: la estabilidad del mundo está en riesgo, por lo que no nos queda otra cosa que orar por la paz, y no solo eso, construirla todos los días.
No hay paz en tanto la inseguridad y la violencia no afectan todos los días; no hay paz mientras la división de mexicanos se da por una polarización ideológica infame.
Podemos pedirles a los países que se vean como hermanos cuando nosotros también nos veamos y tratemos como hermanos. Este sería un buen inicio. La paz empieza en nosotros mismos y nuestras familias.