En noviembre de 2021 se registraron en Zacatecas 20 homicidios en un solo día. La cifra más alta en los últimos tres años.
Desde entonces, el estado no ha dejado de cimbrar con hechos de indecible violencia. Reportes del gobierno federal indican que, salvo en el caso de ejecuciones de narcomenudistas, la mayor parte de los muertos no eran, sin embargo, oriundos de ese estado.
Una parte de quienes fueron asesinados en Zacatecas procedían de Jalisco, Nayarit y Michoacán. El resto había llegado de Sinaloa y Durango. Eran los soldados de la guerra emprendida por el control de la entidad entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y la fracción del Cártel de Sinaloa que dirige Ismael “El Mayo” Zambada.
En noviembre, el gobernador del vecino Durango, José Rosas Aispuro, prometió blindar los límites territoriales, a fin de frenar el ingreso de grupos criminales.
Durango es un sitio en el que, al parecer, jamás ocurre nada.
A principios de la década pasada, en cambio, Durango era el escenario de una guerra atroz entre Los Zetas y un grupo local al servicio del Cártel de Sinaloa: Los Emes, dirigidos por Mario Núñez Meza, “El M-10”.
Ardía el estado en materia de secuestros, extorsiones, cobros de piso, tráfico de droga y narcomenudeo. “El Chapo” Guzmán envió a uno de sus jefes de seguridad, Felipe Cabrera Sarabia, a aplacar las cosas en aquella parte del Triángulo Dorado.
La célula de Cabrera operó con violencia extrema. Un miembro de Los Emes, Bernabé Monje, “El M-14”, le reveló más tarde al Ejército la ubicación de fosas en las que Cabrera y su grupo inhumaban los cuerpos de sus enemigos.
Antes de ser detenido en 2011, Cabrera era conocido como “El rey de la heroína”. El poder quedó en manos de sus hermanos, Alejandro (detenido en 2013 y enviado a las Islas Marías), Alberto (muerto en un enfrentamiento en 2012) y José Luis, el líder actual de la organización que hoy protege, como brazo armado los intereses del Mayo Zambada en el estado.
Los Cabrera no solo desterraron a Los Zetas y exterminaron a Los Emes. Establecieron en la región una calma narca y se convirtieron en los principales productores de marihuana y amapola, así como en los procesadores principales de heroína, para el Cártel de Sinaloa, en el Triángulo Dorado.
Según revelaron, en un juicio en Illinois, dos operadores de “El Chapo” Guzmán, los mellizos Pedro y Margarito Flores, los Cabrera tenían en su nómina a personal de seguridad estatal y federal, a personajes de la Corte, y a funcionarios de la PGR.
A lo largo de una década, esta organización ha fungido como grupo hegemónico, haciendo del estado “un santuario del narco”.
Óscar Balderas, de la revista digital emeequis, acaba de revelar que, según documentos del Ejército, un senador de Morena, José Ramón Enríquez Herrera -expresidente municipal de Durango por la alianza PAN/PRD-, fungió como enlace entre un jefe de plaza de Los Cabrera y candidatos procedentes de todos los partidos. Dicho jefe de plaza, “El G-1”, financió sus campañas y luego les impuso funcionarios en cargos estratégicos.
¿Así se explica la calma que ha vivido Durango?
En todo caso, los Cabrera y -en realidad- “El Mayo” Zambada, hicieron de Zacatecas un escudo. Mandaron a ejércitos de sicarios a detener los fines expansionistas del Cártel Jalisco y el resultado es una entidad convertida en cementerio.
El gobernador Rosas Aispuro “blinda” sus fronteras. El Gobierno federal envía soldados y guardias nacionales a Zacatecas. Inaugura cuarteles en Zacatecas. Va a los municipios de Zacatecas en donde aparecen muertos y más muertos. Y, sin embargo, la violencia crece, porque el problema de Zacatecas no está solamente en Zacatecas.
Está más al norte. Un poco más al norte. Está en otro lado.