La primera pregunta es: ¿qué significa ser de izquierda? La disputa sobre el significado de este término empezó en la Francia revolucionaria de 1789, cuando los grupos más liberales, los que argumentaban que el rey solo debía tener derecho de veto, pero no de decisión, tomaron los asientos de la izquierda en la Asamblea Nacional, mientras los conservadores se sentaban a la derecha. Una segunda pregunta importante hoy en México es si Andrés Manuel López Obrador es realmente un gobernante de izquierda.

Los primeros pensadores y políticos de izquierda eran liberales. Defendían los mercados libres; se oponían a los privilegios y monopolios de reyes y nobles; promovían la igualdad de derechos para todos y la elección democrática de los gobernantes. En contraste, los conservadores defendían un trato de preferencia a la nobleza; y en México, también uno de benevolencia a los “inferiores”, como los indígenas, que querían encerrar en reservas bajo un régimen de usos y costumbres. La izquierda se enfocó después en la reducción de la pobreza, y más tarde de la desigualdad, que son condiciones diferentes.

El movimiento político de López Obrador se presentó primero como de izquierda, aunque en realidad él rara vez se ha definido como tal. De hecho, descalifica a “conservadores” y “neoliberales”, confundiéndolos, a pesar de sus diferencias. Él mismo se ha caracterizado como “humanista” o incluso como “cristiano”. Sus políticas como gobernante no han sido de izquierda. Su prudencia en el gasto público es conservadora; su respeto al libre comercio, reflejada en la firma del T-MEC, liberal; sus esfuerzos por concentrar el poder, eliminando contrapesos, y por militarizar al país, de derecha.

Quienes tradicionalmente han representado las posiciones progresistas en México rechazan que López Obrador sea de izquierda. En un artículo en El Universal el exconsejero presidente del IFE, José Woldenberg, preguntaba a quienes fueron sus compañeros en la izquierda: ¿De verdad quieren que los militares se encarguen no solo de la seguridad nacional sino de mil otras tareas? “¿No les alarma la descalificación sistemática de medios y periodistas críticos al gobierno?”. ¿No se ruborizan cuando el presidente saca una estampa del Sagrado Corazón para hacerle frente a la pandemia o cuando afirma que el feminismo, el ecologismo o los derechos humanos “no son más que una invención del neoliberalismo”? Woldenberg concluye: “La izquierda se movilizó a favor de la equidad y la democracia. No puede ahora convalidar la edificación de un autoritarismo empobrecedor”.

Otros representantes de la izquierda han cuestionado también el gobierno de López Obrador. En 2021 Cuauhtémoc Cárdenas declaró: “Difícilmente diría yo que tenemos un gobierno de izquierda, por más que se digan de izquierda”. Hace unos días señaló en una entrevista para Proceso que, para enfrentar la inseguridad y la ingobernabilidad, el gobierno sigue aplicando la “misma medicina” de décadas. El antropólogo Rober Bartra ha declarado: “Soy una voz que viene de la izquierda y afirmo que el gobierno de AMLO es populista de derecha”.

¿Importa si el gobierno es de izquierda o de derecha? No creo. José Ortega y Gasset escribió: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas son, en efecto, formas de la hemiplejia moral”. Más importante sería saber si tenemos un buen gobierno. Ahí, me temo, el resultado ha sido negativo.

 

La ley

 

El INAI respondió lo que ya sabíamos: que la ley no le da facultades para investigar a un ciudadano privado. AMLO lo sabía, pero aun así hizo la solicitud. Ahora tendremos que estar atentos a las represalias que el gobierno puede tomar contra el INAI por haber actuado conforme a la ley.

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