La Constitución, que rige nuestra vida nacional, cuya actualización es votada por la mayoría de las fuerzas políticas del País, establece claramente los lineamientos de donde emana la ley electoral vigente. Ésta, basada en los propios derechos de los ciudadanos, ya plantea ejercicios de democracia directa que afortunadamente se inician en nuestro País, como el plebiscito, el referéndum y el mandato revocatorio. Éstas prácticas junto con “presupuestos participativos” y consultas sobre temas torales de la vida de nuestra sociedad, poco a poco serán más comunes y por eso, es acertado que los legisladores y el Presidente de la República los promuevan e impulsen.
Particularmente la Ley de Revocación de Mandato, votada y aprobada por las fuerzas políticas y preponderantemente por el partido Morena, define el alcance del ejercicio a realizarse en abril y allí se considera la “veda electoral”, periodo en el cual los actores políticos deben abstenerse junto con los gobiernos, de tomar parte a favor o en contra de dicha revocación, es decir, de mantener o quitar al gobernante en turno. La veda electoral, entonces, es el impedimento para que funcionarios actúen a favor o en contra del Mandato Revocatorio, solo que deja de lado, el que haya el debate tan necesario para que la ciudadanía ponga en la balanza los pros y el contra de que un mandatario continúe o no, en el poder.
Específicamente, el interés de nuestro presidente AMLO para se realice el “mandato revocatorio”, -sí bien es parte de una estrategia política y como la tienen otros países- parecería ocioso, dado el alto nivel de aprobación que tiene el Presidente, pues los ejercicios de mandatos revocatorios se diseñaron en el mundo para que la ciudadanía pudiera anticipadamente “quitar” a un mal gobernante, pero no precisamente para afianzar a uno que es bueno. Pero si las encuestas nacionales no se equivocan, el presidente AMLO ganaría hoy abrumadoramente el que permanezca en el cargo, pues muchos de sus opositores quieren que termine su sexenio.
Pero dado que se politizó el proyecto del “mandato revocatorio” entre el partido en el poder y el propio Presidente, contra la oposición y que, además, no tuvo suficientes recursos para ejercerse, como lo pidieron los legisladores, parece que el escenario previsto para abril, es el de poca cobertura de difusión y también de poca participación, pues se ve casi imposible que el 40% de la población salga a votar en abril. Basados en modelos matemáticos y en estadísticas, como los que se usan en todo el mundo, la propensión al voto en elecciones intermedias o de “democracia directa”, como los que se realizaron en la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea o en el desafuero de Pinochet en Chile, reflejan que solo en temas torales, la ciudadanía sale a votar y no lo hace, cuando los ejercicios se consideran innecesarios.
Pero la veda electoral, en mi opinión elimina lo más interesante y provocador que tiene el “mandato revocatorio”, pues al retirarse la propaganda de obras, reduce con la veda electoral la exposición de los resultados de una administración e inhibe el debate. Esto en mi opinión, reduce también los elementos para que el debate público sea nutrido, ya sea a favor o en contra de la continuidad, -en este caso- del presidente López Obrador. En ejercicios realizados en el mundo, los “mandatos revocatorios” han sobrepasado la tercera parte de los padrones electorales solo cuando los niveles de popularidad del gobernante son bajos y hay claramente casos de corrupción y de incapacidad de gobierno. Pero como este no es el caso de México, por lo que es de prever que se utilizarán menos de la mitad de los recursos financieros aplicados en boletas electorales y la capacidad electoral estará subutilizada, pues la ciudadanía considera -de acuerdo a sondeos nacionales-, que el presidente López Obrador debe terminar su mandato y no desea invertir recursos en procesos como este que parecerían innecesarios.
Por tanto y dado que el partido Morena lo diseñó y promovió como una estrategia indispensable para la cultura ciudadana de participación, tenemos solo como alternativa el que la ciudadanía se informe, debata y también, decida, en procesos de “democracia directa”, como este que por primera vez tenemos en México.