La política es historia a cuentagotas: en el fragor del instante, cada acción y cada respuesta parecen cruciales, como si de cada una dependiera el futuro. En contados casos ocurre así -apenas en esos momentos estelares que le fascinaban a Zweig-, por lo general los dichos y acciones de nuestros hombres de poder quedan sepultados en el olvido, carcomidos por el óxido de la posteridad. Por eso hay que desconfiar de quienes proclaman, con esa certeza que solo exhiben los iluminados, que vivimos un peligro como ningún otro, que damos fin a una era o iniciamos otra, que el Cambio -con cualquier nombre- es inminente y de él dependerán las generaciones futuras.

Vivimos en una era de exageraciones: acaso para eludir la insipidez de lo cotidiano, nos fascina imaginarnos en el vórtice de la historia, como si tal cosa existiera. No hay duda de que, en el caso mexicano, ha sido el propio Presidente quien más se ha empeñado en transformar la hipérbole en una de las bellas artes. Tras doce años en campaña, ha construido su propia epopeya personal que se imbrica, desde su llegada al poder, con la del país en su conjunto. Aunque su educación sentimental se produjo en los mismos lugares de su generación -el PRI hegemónico y marginal de Tabasco-, muy pronto absorbió su destino histórico, al tiempo que comenzó a enfrentarse a sus apelmazadas élites locales y luego nacionales.

A partir de entonces -así se ve ahora-, emprendió un camino épico, reservado a los héroes míticos que siempre admiró: el joven provinciano, de habla acompasada y balbuceante a quienes todos desdeñan, que recibe el llamado de la Historia -otra mayúscula- para trastocar su tiempo. No es tanto el camino de un mesías como el del self-made-man provinciano que, venciendo a todos sus adversarios y triunfando en un sinfín de pruebas -calca del relato heroico de Joseph Campbell- tiene la responsabilidad de vengarse de sus enemigos, reales e imaginarios.

No es otro el sentido de llamar Cuarta Transformación -las mayúsculas de nuevo- a su régimen y de ansiar enlazarse, así, con la estirpe gloriosa que lo antecede, Hidalgo, Morelos, Juárez, Villa, Zapata: su panteón particular. Esta exacerbación de su tarea -no tiene, a fin de cuentas, más que un raudo sexenio para lograr tan alta Meta, y ese ya se dirige a su final- ha construido una eficaz narrativa que hasta sus más preclaros adversarios han adoptado: se es 4T o anti-4T, sin posibilidad de visiones intermedias.

A partir de aquí, la mistificación de un lado y otro no ha hecho sino radicalizarse: para los 4T, los otros son por fuerza enemigos de la patria, a quienes basta con calificar de conservadores o neoliberales -dos etiquetas que ya nada significan-, para demostrar que no quieren sino frenar el Cambio y restaurar el pasado por sus espurios intereses personales, y para los anti-4T el Presidente es Atila que todo lo destruye y bajo cuyo pie no volverá a crecer la hierba. Paradójicamente, todo lo que contribuye a expandir este maniqueísmo le sirve más al Presidente que a sus adversarios.

Con un 65% del país apoyando su deriva y una oposición desfigurada por la corrupción y los desastres de Calderón y Peña, la 4T necesita un Enemigo a quien adjudicarle sus tropiezos y fracasos: todos sus críticos, tanto quienes se suman entusiastamente a la hipérbole -aquellos que insisten en que AMLO es el demonio- como quienes intentan simplemente analizar sus yerros. Es una desgracia autoritaria que el Presidente use todo su poder para desacreditar a sus detractores, por más que los ataques de estos resulten más endebles de lo que presumen, pero lo que menos le sirve a nuestra vida pública es caer voluntariamente en su juego.

En este ambiente putrefacto y corrosivo, no necesitamos más iluminados ahítos de exageraciones como las del propio Presidente, sino periodistas y críticos serenos que, basándose en la pura contextualización y análisis puntuales de los hechos, nos revelen las infinitas contradicciones, tropelías, delitos y conflictos de interés tanto de la 4T como de los anti-4T.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *