Los golpes a la credibilidad de Andrés Manuel López Obrador causados por los escándalos de su hermano Pío y su hijo José Ramón López Beltrán podrían quedar en meras cachetadas, en comparación con el trancazo por el nuevo caso protagonizado por su ex consejero jurídico Julio Scherer, de quien el propio Mandatario dijo: “es como mi hermano”.
Sin restarle gravedad al delito electoral en que habría incurrido Pío López Obrador al recibir aportaciones en efectivo para campañas políticas ni al conflicto de interés y posible tráfico de influencias del primogénito del Presidente, que Juan Collado acuse a Scherer de haberlo extorsionado escala el caso a un nivel totalmente distinto.
Primero, porque ni el hermano ni el hijo incómodos del Presidente eran funcionarios públicos, a diferencia de Scherer quien, para colmo, era el encargado de revisar y validar la legalidad de las acciones jurídicas del gobierno federal.
Y segundo, porque de probarse los dichos que el abogado Collado denunció ante la FGR, se trataría de un delito de Estado cometido por un alto mando del Poder Ejecutivo que formaba parte del primerísimo círculo del Presidente.
Muchas veces López Obrador ha acusado a sus antecesores de haber solapado la corrupción entre sus colaboradores cercanos argumentando que es imposible que no se dieran cuenta porque un Presidente “se entera de todo”. ¿A poco ahora va a salir con que él no sabía de las andanzas de su consejero jurídico? Es pregunta sin deslinde.
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Quien hizo un oso tan grande que hasta parece siberiano fue el secretario de Turismo, Miguel Torruco, al enviar ayer un tuit dirigido a Aeroflot, empresa de aviación rusa, para invitarlos a hacer una pronta conexión con México.
Mientras hay países como el Reino Unido, que cancelaron las operaciones en su territorio de esa aerolínea ante la invasión de Rusia a Ucrania, al funcionario mexicano se le ocurrió que era buen momento para tender puentes con esa empresa cuyo socio mayoritario es el gobierno de Vladimir Putin. ¡Así no, tovarich Torrukov!
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Cuando las inundaciones de 2020 en la CDMX el gobierno local se excusó diciendo que se debieron a una “lluvia atípica”.
EN 2021, la Policía detuvo a un fotógrafo de una agencia de noticias que hacía su trabajo y se argumentó que fue por una “conducta atípica”.
Y ahora que se han acumulado 11 feminicidios en la ciudad en lo que va del año, la fiscal Ernestina Godoy habla de un “repunte atípico”.
Queda claro que echarle la culpa a lo “atípico” se está convirtiendo en la excusa típica de las autoridades capitalinas cuando algo se les sale de control.