La guerra jurídico-política entre el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, y el ex consejero jurídico del presidente, Julio Scherer, parece que avanza en una ruta irreversible y tiene el potencial de generar una implosión dentro del gobierno del presidente López Obrador.
El epicentro de esa guerra tiene hoy como personaje principal a Juan Collado, el abogado y operador financiero del grupo Salinas de Gortari-Peña Nieto, detenido hace dos años y medio.
En estas Historias de Reportero revelé en noviembre de 2020 (https://bit.ly/3IviEdi) que Collado había sido “motivado” por el Gobierno federal para escribir una carta al presidente López Obrador contando la trama de los videoescándalos de 2004, en los que varios integrantes de su primer círculo aparecieron recibiendo dinero en efectivo. En julio de 2021 en este mismo espacio (http://eluni.mx/rn1lz) comenté que la oferta a Collado era sencilla: “Libertad por libertad”. Es decir, si quería quedar libre, debía entregar la propiedad de la financiera Caja Libertad.
Esas dos piezas de información la carta y la oferta fueron integradas a la carpeta de investigación contra Scherer, acusándolo de ser el artífice de ambas y manejar una red de extorsión del más alto nivel desde Palacio Nacional.
Pero el fiscal Gertz llegó a un acuerdo con el presidente AMLO: no irse contra Scherer, pero sí contra su círculo. El intermediario de ese acuerdo fue el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Lo expuse aquí hace tres semanas (https://bit.ly/35jeXc3).
Ahora me dicen fuentes que Gertz no quedó satisfecho con el acuerdo y que, enfurecido al máximo contra Scherer (aún no queda claro qué sucedió entre ellos para alcanzar este nivel de encono) ha empezado a armar expedientes contra otros colaboradores de primer nivel del Presidente de México. Platican de uno en concreto contra el secretario de Gobernación y el manejo de dinero en un eje de Gobernadores Chiapas-Tabasco. El objetivo de Gertz sería hacerle una propuesta al Presidente: “No puedo salvar a todos, escoja a quién”, apostando a que López Obrador le “entregaría” a Julio Scherer a cambio de impunidad para otros, y así el fiscal quedaría relevado del pacto anterior y podría cobrar la anhelada venganza.
Esa es la estimación, me dicen, del fiscal. Falta ver la reacción del Presidente, que suele siempre doblar la apuesta y goza de un enorme poder. No parece tan sencilla la ecuación, y menos cuando el Presidente sabe que ya no aguanta otro escándalo de corrupción en su primer círculo: el agua le ha llegado al cuello, no puede subir más.
Es claro que el fiscal Gertz está detectando el ocaso del sexenio de López Obrador y no quiere ser arrastrado por él, sobre todo porque fue electo para dejar el cargo hasta la mitad de la próxima administración. Y calcula que al Presidente no le va a convenir intentar destituirlo, porque con la polarización política actual, no tendría los votos ni la fuerza en el Congreso para lograr un relevo “a modo”.
No tengo duda de que este escándalo tiene potencial de hacer explotar por dentro al Gobierno. Tampoco tengo duda de que López Obrador supo y dio su aval a todo lo que hizo bueno y/o malo Julio Scherer: era su colaborador más cercano, más poderoso, oficina en Palacio Nacional, operador de todo, interlocutor con todos, a quien López Obrador definió como su hermano.