Alejandro García, “El Pelón”, llegó al velorio de su madre a las 15:30 del pasado domingo 27 de febrero. La mujer había muerto a los 79 años, en un hospital de Sahuayo, Michoacán. A García lo acompañaban entre 15 y 17 sicarios del Cártel Jalisco, así como un grupo de mariachis. Los sicarios se habían desplazado en tres camionetas blancas, una Mazda, una Tahoe y una Suburban.

Uno de sus hermanos mayores se acercó para reprocharle al “Pelón” que hubiese vuelto a San José de Gracia: el jefe de plaza del Cártel Jalisco en ese municipio, Abel Alcantar Vallejo, conocido como “El Toro” o “El Viejón”, lo había amenazado de muerte “si se volvía a parar en San José”.

“El Pelón” tenía una larga carrera en las filas del crimen. Había formado parte de los Zetas. Más tarde operó para la Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios. Según las investigaciones sobre los hechos del domingo, en 2010 “El Pelón” conoció a Abel Alcantar y lo contrató como sicario.

Al año siguiente, “El Pelón” quedó a cargo de un territorio que va de Tizapán el Alto a Mazamitla, Jalisco. Su base era San José de Gracia. Tres años más tarde fue aprehendido por delitos contra la salud y recluido en un Cereso.

En el tiempo que pasó en prisión, su antiguo sicario, “El Viejón”, quedó como jefe de plaza de esos territorios. Así comenzaron el distanciamiento, la pugna y las traiciones.

En la Navidad de 2018, un hermano de “El Pelón”, apodado “El Chocorrol”, fue levantado y ejecutado por órdenes de Alcantar.

En diciembre de 2021, tres años después del asesinato de su hermano, a “El Pelón” se le presentó la ocasión de mandar asesinar al hermano menor del “Viejón”, José Alcantar, apodado “El Chepe”.

El domingo pasado, cuando su hermano le reclamó que hubiera vuelto, “El Pelón” aseguró que tenía permiso de los altos mandos del Cártel Jalisco para velar a su madre.

Habían pasado solo cinco minutos de su arribo, cuando al menos 40 sicarios a las órdenes de Abel Alcantar rodearon y sometieron a sus escoltas, colocándolos contra una pared, con las manos en la nuca.

“El Pelón” cruzó la calle con un teléfono en la mano e hizo una llamada. De pronto se le oyó gritar: “¡Ya valió madres!”.

En ese instante, Abel Alcantar se le acercó con un arma corta e hizo cuatro disparos. Los cuatro le dieron en la cabeza. “El Pelón” quedó tendido en la calle: un sicario se acercó para despojarlo de su arma.

En ese instante comenzaron las detonaciones que se ven en el video, subido a las redes prácticamente de inmediato.

Un testigo entrevistado por agentes de investigación dijo que “hubo personas fallecidas, que fueron levantados al parecer por los sicarios y que al poco rato llegaron unas camionetas con máquinas para lavar el lugar”.

Levantar los cuerpos y lavar la calle para eliminar huellas hemáticas (quedaron, sin embargo, varias), tiene como fin entorpecer la investigación. Queda clara la intención de ocultar los cadáveres, según suponen las autoridades, “para no dejar evidencias”.

En esa población de 11 mil habitantes, todos conocen a todos. Si bien, antes del tiroteo, algunos vecinos reportaron lo que estaba ocurriendo, hasta el momento nadie se ha animado a declarar cómo salieron las camionetas de la cabecera municipal.

Ayer, los investigadores recibieron anónimos en los que se indicaba la supuesta ubicación de los cuerpos, en los alrededores de Mazamitla. En todos los casos se trató de pistas falsas.

Quedan pocas dudas, sin embargo, de que en San José de Gracia sucedió una masacre (y no un montaje). Quedan pocas dudas de que las corporaciones federales no aparecieron sino muchas horas después. Y quedan pocas dudas de que lo primero que se intentó fue sacar al presidente, sin heridas, de este escándalo. Sucedió todo lo contrario. La verdad se va abriendo paso y en el mapa de México surge el nombre de otro pueblo sin protección, abandonado por su gobierno, y en las garras del crimen organizado.

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