En días pasados, el diputado Miguel Salim puso el dedo en la llaga y denunció valientemente, “que los consejos de organismos municipales carecen de sensibilidad social y solo obedecen a intereses personales o buscan reflectores para incursionar en política”. Se refirió puntualmente a Sapal y la Feria: “La preocupación de los consejeros de Sapal solo atiende a que el organismo gane dinero, les vale& si hay agua en las colonias populares; y, del Patronato de la Feria, ¡ni qué decir&!” Además, exhortó a las autoridades municipales a cuidar el perfil de los consejeros de organismos municipales, privilegiando aquellos que tengan vocación de servicio, sensibilidad social y no generen conflictos de intereses.
El impulso vital que debe mover a los consejeros debería de ser el deseo de servir, pero no solo a su gremio, sino a todos los ciudadanos, sobre todo a los que menos pueden. La prenda más valiosa de un comité ciudadano sería la vocación de servicio, que es solidaria en esencia y por excelencia. Servir desde la Administración Pública es aportar para la construcción del funcionamiento colectivo, es generar progreso, es combatir la deshonestidad.
Los leoneses aplaudirían que los consejeros seleccionados por las autoridades para participar en los patronatos o comités de la cosa pública, sean personas con diferentes aptitudes y roles, usuarios, organizaciones y no solo empresarios, aunque estos no deberían faltar; aunque, sería condición sine qua non, que estos entiendan el significado de servir: inclinarse ante las necesidades del otro, tener empatía con los que menos pueden y acompañarlos para que puedan avanzar&
El poder de decisión que las autoridades confieren a los consejos ciudadanos, no es un fin en sí mismo, éste hace sentido si se pone al servicio de los demás de manera generosa. Aristóteles decía que el que decide servir desde lo público, tenía un rango superior, porque debía de estar orientado a buscar la felicidad social. Una historia de felicidad es una historia de progreso para la “polis”.
El Consejo saliente de Sapal fue de claroscuros: faltó transparencia en asignación de contratos y sensibilidad social (fue vergonzoso el trato a los deudos de los empleados muertos en el trabajo), entre otras; sin embargo, no todo fue malo, tuvo sus logros, y participó gente valiosa, aunque para no quedarse atrás de los anteriores consejos, también atesoró abultadas cuentas en bancos, sin oficio ni beneficio alguno.
Por desgracia, desde hace varias administraciones, se perdió en Sapal el espíritu de servicio del organismo social, para transformarse en una empresa de lucro, que guarda en bancos abultadas utilidades para recibir réditos, como bienes de viuda. Con esta práctica, disque de buenos empresarios, la inflación se comió el dinero, porque el incremento en materiales e insumos es mayor a las tasas que pagan los Cetes. Mientras tanto, miles de personas que no tienen el servicio de agua potable y drenaje, han tenido que pagar un doloroso costo social… ¿Dónde quedó el bien común?
La mejor prueba de lo anterior es que los empresarios, ex presidentes de Sapal, no han podido justificar ni siquiera con grotescas cantinfladas, el atesoramiento de más mil millones de pesos guardados en bancos, producto del monopolio y sobreprecio del agua, y no de la eficiencia física ni administrativa. Lo anterior, muestra la carencia de sentido social, porque mientras haya colonias sin el servicio, redes por reponer, colectores sin construir, es inadmisible que tengan el dinero sudando réditos, cuando hay tantas necesidades por atender.
Los ciudadanos demandan urgentemente una reingeniería de Sapal; sobre todo, un cambio de mística y la manera de entender la vocación social del organismo operador, y no de empresa privada cuya finalidad sean las utilidades. Sapal opera con un índice muy mediocre de eficiencia física de apenas el 63% y 60% de eficiencia administrativa, lo que daría un factor de eficiencia total de un 37.8%. Pero, el organismo ni suda ni se acongoja, porque tiene el monopolio, solo tiene que subir los precios y obligar al ciudadano a subsidiar la incapacidad, mediante el pago de una de las tarifas más caras de México.
Así las cosas, las experiencias buenas y también las malas, dejan un aprendizaje y un mensaje. Los consejeros que fueron ratificados y los nuevos, no pueden tropezar con la misma piedra de la insensibilidad social; los consejeros ciudadanos, sin hacer distingos de su actividad, ni de clase, representan a los leoneses, no a su actividad corporativa. Enhorabuena, bienvenidos, todos son ciudadanos de valor y de valores, hay mucho talento en este Consejo, y si lo ponen al servicio de la “polis,” tenderán un puente de plata a León hacia el futuro y transformarán así verdades que duelen en bondades que curen.
“La Historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”: Marx