Soy de los que considera que nuestro Presidente debería aprovechar su liderazgo y capital político, para en las “mañaneras”, convocar a las partes a construir proyectos en concordia. Él, tan acostumbrado a aventar culpas al pasado o a sus adversarios, encontrará algún pretexto para culpar de la enorme sequía que tenemos, a otros. Pero el hecho es que la terca realidad nos encuentra y la madre naturaleza solo refleja la ruptura que hemos hecho los humanos de ese ciclo vital que nos regala en lluvia o del subsuelo, el don del agua.
El gobierno federal, que ha reducido permanentemente desde hace 4 años el presupuesto de operación de dependencias como la Conagua, Semarnat, Profepa, IMTA, Conacyt y Conafor, hasta reducirlas a niveles de solo subsistencia en operación y mínima inversión, no tiene ni en el discurso ni en las obras, acciones para mitigar en algo, la sequía.
Estructuralmente, las cuencas hidrológicas del País, reflejan en los estudios de prospectiva de organismos internacionales y nacionales como ANEAS y los COTAS locales, el tamaño de la sequía de este inminente marzo. Los modelos estadísticos, no pueden “simular” y pronosticar, como antes, los años secos, húmedos y medios. El calentamiento global, ha cambiado los patrones de lluvia y con ello, el régimen de lluvias que era más estable. Para quienes por años trabajamos en el análisis estadístico en la CFE, teníamos limitaciones para poder evaluar el costo del agua turbinada en las hidroeléctricas, cuando se daban ya, síntomas del cambio climático.
Actualmente, son la Conagua y el SMN, quienes dan cuenta de la sequía nacional, cuando todavía estamos a 2 meses de que se inicien lluvias en el País. Han sido, eso sí, la deforestación, la falta de cultura ambiental, los intereses económicos, la falta de aplicación de la ley y ahora, la falta de inversión pública, los que han contribuido a esta enorme sequía. Los abuelos podían “leer el cielo” y “sentir” los cambios de clima, pero hoy, esto es imposible debido al cambio de patrones de lluvia y solo registramos la baja en la nubosidad, en el incremento de temperatura, en menor humedad relativa, en la creciente erosión, en la enorme deforestación y todo, como efecto, en la reducción de los niveles de las presas.
La sequía, como fenómeno global, es cada día más extrema y México, como País, está incluido en los escenarios de mayor desertificación. El programa federal “sembrando vida” constituye en sí, una estrategia importante para poder producir biomasa, reforestar y generar empleos. A pesar de los indicadores disponibles en los reportes y en monitoreo que hacen organismos como la AMA e IMCO, se puede constatar lamentablemente, que ha tenido resultados pobres, pues la reforestación es de suyo, un proyecto muy complicado y es multifactorial.
A quienes dedicamos la vida a la reforestación nos queda mantenernos en esta utopía realizable, aún cuando las estadísticas muestran lo contrario. El Bajío, como mesorregión en proceso de desertificación, es una de las 3 zonas del País, con mayores problemas por la reducción de los niveles de sus mantos freáticos y donde deberían implementarse programas federales de reforestación para recuperar los patrones de lluvia. Pero mientras esta región no sea gobernada por el partido Morena, seguiremos con castigos presupuestales al no haber ya inversión federal.
Lo que sí nos toca, es crear iniciativas ciudadanas y privadas para contar con un programa local para incentivar la reforestación, el control de plagas como el muérdago y poder infiltrar agua en las sierras de Guanajuato. Serían “bonos verdes” ligados al pago de impuestos locales. Nuestra única respuesta local frente a la decisión del presidente AMLO de quitarnos el agua de la Presa El Zapotillo -que sería parte para León-, será incrementar el reciclamiento y la reforestación, para prolongar la vida del acuífero que es el gran patrimonio para nuestros descendientes, para evitar que sigan sufriendo en el futuro, los tiempos de sequías.