Adán Augusto López está preparándose a paso veloz para ser el “Plan B”. Sabe que el presidente quiere de sucesora a Claudia Sheinbaum, pero también sabe que la jefa de gobierno no parece entusiasmar a nadie.

Uno de los más recientes movimientos del secretario de Gobernación ha sido establecer una alianza con César Yáñez, el más fiel escudero de López Obrador, quien lo acompañó en todas sus aventuras políticas, estuvo a su vera en los peores momentos (cuando no juntaba 20 personas en un mitin) y quedó relegado en el gobierno porque cometió un error político: después de ganar las elecciones se casó a todo lujo en Puebla. La “boda fifí”, se le llamó, evidenciando la contradicción con el postulado obradorista de austeridad. López Obrador no lo despidió, pero lo congeló en un cargo administrativo en Palacio Nacional. Lo sustituyó por Jesús Ramírez.

Tres años después ese error político de Yáñez parece juego de niños comparado con la casa gris de José Ramón López Beltrán, las 23 casas Bartlett, los videos de los hermanos del presidente recibiendo dinero en efectivo clandestinamente, el expediente contra Scherer, las llamadas telefónicas de Gertz, y un gigantesco etcétera.

Los escándalos del sexenio han revalorizado a César Yáñez. Su alianza con Adán Augusto tiene un primer objetivo: disminuir a Jesús Ramírez. Evidenciarlo como el responsable de que López Obrador haya perdido control de la agenda y esté aislado, habiendo agraviado a demasiada gente y generando una división brutal dentro de su propio movimiento. A fin de cuentas, el vocero presidencial es la columna vertebral de las conferencias mañaneras, y las conferencias mañaneras son el gobierno.

Paralelamente, según me cuentan, Yáñez ha estado acercándole al secretario de Gobernación a empresarios, políticos y periodistas. Funge como uno de los coordinadores de campaña. A fin de cuentas él se aventó cuatro, incluso dos ganadoras: la jefatura de Gobierno en el 2000 y la presidencial de 2018.

Está claro que hoy por hoy, si bien la candidata es Claudia, el que está en el ánimo del presidente es Adán Augusto. Mientras ella le genera problemas, él se los soluciona. El secretario de Gobernación no mueve un dedo sin el visto bueno del presidente. Por eso, cuando alguien acuerda algo con él, es como si lo acordara con el propio López Obrador. Así, los gobernadores -estratégicos en la operación política de la elección del 2024- llegan a Bucareli a tratar de resolver sus problemas económicos y de seguridad, a pedir lo mismo dinero que militares. Y tras el visto bueno del presidente, desde el escritorio de Adán Augusto se giran instrucciones al secretario de Hacienda para realizar depósitos presupuestales y se coordina la llegada de soldados con el Ejército. Me lo han revelado varios mandatarios estatales que están contentos con esta suerte de eficaz “ventanilla única” en Gobernación.

Con muchísima cercanía con el presidente -que lo llama “hermano”-, con el margen de maniobra de ser un jefe de gabinete de facto, tendiendo puentes que había roto AMLO y con un poderoso “grupo Tabasco” incrustado en posiciones claves en el gobierno federal, Adán Augusto López va armando su plan de ser candidato presidencial. El Plan B.

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