El 25 de marzo de 2019, respondiendo a una nota sobre el inicio de obras del aeropuerto en Santa Lucía, el periodista Jorge Berry posteó en Twitter: Ese aeropuerto nunca funcionará.
Al menos en ese mensaje, del que el lunes se mofó el Presidente, Berry nunca dijo el aeropuerto no se terminaría de construir, que no se ha terminado, simplemente señaló lo evidente: que Santa Lucía quedará, en el mejor de sus destinos, como el aeropuerto de Hidalgo y nada más, que no tendrá ninguna utilidad transcendental y que todo se reduce a un capricho más de López Obrador, que no funcionará, pues.
Felipe Ángeles ni reducirá el tráfico aéreo del Benito Juárez, sino que lo complicará dadas las nuevas rutas que elevan los riesgos y hacen más largos los tiempos de despegue y aterrizaje, ni podrá abrir nuevas rutas internacionales, dada nuestra degradación en la categoría de seguridad aérea por los Estados Unidos, ni podrá ser un aeropuerto de conexión. El aeropuerto no funcionará, está condenado al abandono por no seguir la más elemental lógica de mercado.
Aunque Claudia Sheinbaum considere que los detractores de la 4T terminarán por disfrutar en silencio el aeropuerto, no hay evidencia real que avale su dicho, la gran mayoría de pasajeros que necesiten viajar a Guadalajara, Tijuana, Monterrey, Cancún, Mérida o Villahermosa seguirán optando por volar desde el Benito Juárez, máxime si tomamos en cuenta que en algunos casos, es mucho mayor el tiempo de traslado al nuevo aeropuerto que el vuelo mismo.
Sin embargo, en las palabras de la Jefa de Gobierno, se enmarca mucho de lo que sí es Felipe Ángeles: una vendetta caricaturizada contra los potentados, frente a los restaurantes fifís se imponen las tlayudas, los tacos al pastor y el anafre, frente a las tiendas duty free se tiran sábanas en el piso para vender souvenirs del Presidente, frente a la conectividad al mundo se apuesta por dificultar las cosas al viajero, frente a la aldea global se impone la visión de aldeanos. Santa Lucía es un mensaje claro y peligroso que dibuja con trazos infantiles el país que quiere la 4T, acomplejado, chiquito, chafa y desconectado del mundo.
Las imágenes que circularon en las redes parecían un chiste de película barata, los simpatizantes del Presidente, algunos acarreados y otros convencidos, pintaban nuestra miseria ideológica arrebujada en una lucha de clase: lo importante no era el aeropuerto sino López Obrador, lo importante era que el pueblo bueno y sabio había triunfado, ¿qué importa que tiren a la basura cientos de miles de millones de pesos?, ¿qué importa que se mantengan en secreto las contrataciones de adjudicaciones directas?.
Omar Fayad, el gobernador de Hidalgo, resume ese país en una declaración que parece salida del cine del absurdo: “sepan quienes aterricen en el AIFA que tendrán la mejor barbacoa a minutos”… ¡menos mal!
Y aunque los baños no tenían agua, el lunes había ya una cerrajería funcionando en el AIFA, quizá ahí se fabrican las llaves que abren las puertas al futuro del país.
Felipe Ángeles no es un aeropuerto, nunca aspiró a serlo, es la venganza de un pueblo que fue robado y vejado durante décadas, ¿será que algunos años podremos todos, ya reconciliados, construir algo nuevo?
De colofón
Diez trabajadores perdieron la vida en la construcción, a marchas forzadas, del AIFA, eran gente pobre, de ese pueblo bueno y sabio que dice amar López Obrador.
Hubiera sido digno dedicar algunas palabras a su memoria, pero de cosas tristes no se habla cuando hay que gritar: “¡Es un honor estar&!”
Y todavía faltan 922 días para que termine el sexenio.